Hay días en los que uno no sabe dónde tiene la cabeza. Supongo que a ustedes les ocurrirá alguna vez algo parecido. No hace mucho me pasé media tarde buscando mis llaves. Registré salón, dormitorios, cocina, cuartos de baño…, todo. Y nada. Ya estaba de los nervios, cundo me dije: tranquilo, revisa lo que has hecho desde la última vez que has entrado en casa y las utilizaste. Eso es lo que hice, un itinerario de mi actividad. Un mapa, en definitiva. Volví a buscar y obtuve el mismo resultado que en la primera ocasión. Me pregunté qué es lo primero que había hecho al llegar a casa. Abrir la puerta, evidentemente. Volví al principio, abrí la puerta, y allí -por fuera- estaban las putas llaves puestas en la cerradura. Para que vean lo positivos y prácticos que son los mapas. Otro tanto me ocurre a diario con las gafas (los “telestéricos” -que diría Chiquito-) de mi mandakari. Y es que, cuando uno no sabe dónde están las cosas o ha perdido algo, no hay nada mejor que un mapa para encontrarlas. Fíjense ustedes en lo de Colón. Fue en busca de la India y descubrió América, por casualidad. Claro que la segunda vez que fue tenía mapa, la encontró sin dificultad y pensó que la India ya la buscaría otru.
Lo que yo no sabía era que la Aído había perdido un clítoris. El casu ye que el otru día, leyendo la Nueva España, entereme de que pagó 26.000 zapateuros por encontralu, seguro que no tenía ni idea de por dónde podía caer. Para ella encontrar eso ye igual que pa Bush Jr. encontrar a Bin Laden. Claro, un clítoris no se pierde to los días. Les mis llaves o les gafes de la Santa, sí. Pero un clítoris, que va ho. Por eso cuesta tanto el dichosu mapa del clítoris. El otru día un amigu míu perdió el móvil y estaba desesperáu porque, además de ser de esos táctiles -como el eso- y con to les modernidaes, tenía en él un montón de información muy valiosa pa trabayar. Lo encontró gracias a un GPS que tenía una amiga espía o algo así y utilizaba para no perderse en el desierto o en la selva o en Pola del Tordillo. El parato esi utilízalu también la Poli y los del CSI pa encontrar coses y también a los malos, pero no vale pa los clítoris. Así que, a partir de ahora, les muyeres ya puén estar tranquiles. Gracies a la menestra ya puén olvidase de eses pijaes. Cuando pierdan “eso”, compren el mapa y asuntu arregláu. Lo que no decía esti periódicu ye si el mapa lu venden en los quioscos, en les farmacies o hay que pedílu por Internet al ministerio de Igualad. Tampoco decía cuánto cuesta, aunque debe ser más caru que la angula de La Arena. Eso sí, 26.000 del ala yo no los pago. Quédome sin él, como estoy.
Pues Aído gastó les perres a lo tonto, como suelen hacer los de la su tropa, porque si nos hubiera avisado a nosotros se lo hubiéramos encontrado sin falta de mapa. Duke pa estes coses tién un olfato de la hostia. Y no ye solo Duke. Si Bibi se hubiera fijao en Aznar el otru día en Oviedo, se habría dado cuenta de que ni mapa, ni GPS, ni inventos que valgan tantes perres. Como el deu corazón no hay ná. O si no, ¿qué pensaben les males lengues que quería decir el del bigote y la bufanda? Pues eso señora ministra, atienda a la experiencia que es usted aún muy joven. Déjese de gastar el dinero púbico en gilipolleces y utilice el dedo. Porque, como decía el mi amigu Jero, “como lo antiguo no hay ná”.
Lo que yo no sabía era que la Aído había perdido un clítoris. El casu ye que el otru día, leyendo la Nueva España, entereme de que pagó 26.000 zapateuros por encontralu, seguro que no tenía ni idea de por dónde podía caer. Para ella encontrar eso ye igual que pa Bush Jr. encontrar a Bin Laden. Claro, un clítoris no se pierde to los días. Les mis llaves o les gafes de la Santa, sí. Pero un clítoris, que va ho. Por eso cuesta tanto el dichosu mapa del clítoris. El otru día un amigu míu perdió el móvil y estaba desesperáu porque, además de ser de esos táctiles -como el eso- y con to les modernidaes, tenía en él un montón de información muy valiosa pa trabayar. Lo encontró gracias a un GPS que tenía una amiga espía o algo así y utilizaba para no perderse en el desierto o en la selva o en Pola del Tordillo. El parato esi utilízalu también la Poli y los del CSI pa encontrar coses y también a los malos, pero no vale pa los clítoris. Así que, a partir de ahora, les muyeres ya puén estar tranquiles. Gracies a la menestra ya puén olvidase de eses pijaes. Cuando pierdan “eso”, compren el mapa y asuntu arregláu. Lo que no decía esti periódicu ye si el mapa lu venden en los quioscos, en les farmacies o hay que pedílu por Internet al ministerio de Igualad. Tampoco decía cuánto cuesta, aunque debe ser más caru que la angula de La Arena. Eso sí, 26.000 del ala yo no los pago. Quédome sin él, como estoy.
Pues Aído gastó les perres a lo tonto, como suelen hacer los de la su tropa, porque si nos hubiera avisado a nosotros se lo hubiéramos encontrado sin falta de mapa. Duke pa estes coses tién un olfato de la hostia. Y no ye solo Duke. Si Bibi se hubiera fijao en Aznar el otru día en Oviedo, se habría dado cuenta de que ni mapa, ni GPS, ni inventos que valgan tantes perres. Como el deu corazón no hay ná. O si no, ¿qué pensaben les males lengues que quería decir el del bigote y la bufanda? Pues eso señora ministra, atienda a la experiencia que es usted aún muy joven. Déjese de gastar el dinero púbico en gilipolleces y utilice el dedo. Porque, como decía el mi amigu Jero, “como lo antiguo no hay ná”.
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