jueves, 11 de febrero de 2010

HITLER Y LA HALITOSIS


Siempre se pensó que Napoleón tenía una úlcera gástrica o alguna enfermedad similar que le hacía adoptar la conocida postura de su mano derecha introducida dentro de su chaleco. No era que le faltaba un botón, no. De hecho de las informaciones post mortem se desprendía que había padecido una peritonitis como consecuencia de un cáncer de estómago, aunque en 1960 se descubrieron grandes cantidades de arsénico en sus cabellos, lo que hace pensar que pudo haber sido envenenado en su destierro de la Isla de Santa Elena. Lo cierto es que a Duke le da igual cómo haya muerto el estadista, quizás el más grande de la historia de la humanidad. Lo que sí le importa es que todos y todas tenemos algún secreto o algún padecimiento inconfesable que influye de forma sensible en nuestro carácter y comportamiento. Así, a modo de ejemplo, se sabe que la Princesa Carolina de Mónaco tiene alopecia -como quien suscribe-, que los actores Bruce Willis y Julia Roberts son tartamudos, lo mismo que el golfo, digo golfista, Tigger Woods, y que el gran Anthony Hopkins, el terrorífico Anibal Lecter del Silencio de los Corderos, sufre ataques de pánico. ¡Que se joda, por malu! Recientemente la odontóloga alemana Menevse Deprem-Hennen, tras concienzudos estudios para su tesis doctoral, ha afirmado que el Führer padecía de halitosis y que, por si fuera poco, tenía pánico al dentista. ¡Sería cabrón!, torturó, masacró y arrancó los dientes a millones de judíos, gitanos y otras personas, para él despreciables, y resulta que al final era un cobarde y un gallina y pa encima olía-i mal el alientu. ¡Qué paradojas tiene la vida!

Pero pensándolo bien, a nosotros qué diablos nos importan los defectos de Hitler, Napoleón o Woods. En menudos jardines se meten algunos investigadores. Podíen dedicase a estudiar por qué al mi amigu no para de doley una muela, o lo del mi lumbago que me tién por lo que valgo. Pero no, tienen que ponese a investigar coses rares pa saber coses más rares tovía que, al final, no sirven pa ná. O a ver, ¿de qué nos vale ahora saber que a Adolfo le cantaba el aliento?, ¿valió de algo entonces? Pues ahora tampoco. Son ganes de metese en la vida de los demás, en esti casu en la muerte. Déjalu como está, que ahí ta muy guapu. Y Napoleón igual.

Con los vivos pasa otro tanto de lo mismo. Andan por ahí una pléyade de pseudos-periodistas de estos que se meten en todo y quieren saber cosas que a nadie interesan de famosos y frikis que no importan a nadie ni un carajo. Que si la Duquesa de Alba tién un mozu más joven que ella, que si el guaje de la Pantoja ye un Ni-Ni, que si el otru ye un poco maricón o la otra se puso tetes. A mí como si se operen. Después van a contalo a la tele y echen tres hores to los días con la misma milonga diciendo que tienen una exclusiva. “La nueva imagen de Belén Esteban”, dicen. Pero, ¿qué imagen ni qué imagen?, si sigue siendo más aldeana que la boñica. Y media España pendiente de toda esta tropa que no produce más que asco y dolor de cabeza.

Porque es que estamos más preocupados de lo que tienen o carecen los demás que de lo que pasa en nuestra propia casa. En nuestro país el chismorreo y la envidia son deportes más mayoritarios que el fútbol o la F-1, y además son gratis. Y ahora, con la que está cayendo, seguimos en nuestros trece. Créanme, la situación por la que atraviesa España nos tiene muy preocupados. Mucho. Y quienes pueden hacer algo para remediarlo parecen no querer saber nada de la vaina. A nosotros, Duke y yo, o yo y Duke -que ye lo mismo-, esto huélenos muy mal. Peor que la boca de Dolfo. Pero bueno, ellos sabrán. Porque ye que ellos sábenlo tó, son listos que te cagues. Yo no digo ná porque después van criticame por hacer lo mismo que critico. Y tienen razón. Por cierto, ¿saben que Marichalar ya está divorciáu?. Dafechu.

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