martes, 3 de enero de 2017

HACE 2017 AÑOS, TODAVÍA

A estes altures, cuando uno ya está pasáu de años, de canes, de kilos y hasta de rosca, cuando el tiempu corre cada vez más hasta el puntu de que toy pensando que los recortes ya lleguen hasta quitái minutos a les hores, hores a los días, o días a los meses, y vete tú a saber… -aunque no nos lo haya dicho el últimu consejo de Ministros y el anterior, y el anterior al anterior-, resulta que 2017 años no son ná. Pero ná de ná. Y dízmelo Duke, el mi amigu de siempre:

“Mira, yo tengo un antepasáu que estuvo allí, entre les vaques y les mules, les oveyes y los pastores, en los tiempos del Rey Herodes y de aquel delegáu del Gobierno que no paraba de lavase les manos -como los de ahora-, y esi antepasáu míu contoilo a los sos fíos, y éstos a los d’ellos, y así sucesivamente hasta mí, el tu amigu. Llévolo en los genes, en el pedigrí esi. Y ten por seguro que les coses eren igual que son ahora, aunque un poco más chungues, la verdá sea dicha. Entonces no había Internet, ni GPS,s., ni siquiera mapas de carreteres, porque la verdá ye que no había ni carreteres. Pero, ante eses ausencias y carestías, funcionaba la imaginación y la tradición que se pasaben de unos a otros desde tiempos inmemoriales -desde un tal Adán, me dijeron, que tuvo un perrín como yo que debió ser el primeru-, y a falta de esos adelantos, los tus ancestros y los míos, guiábense por les estrelles del firmamentu. Eses estrelles alumbraben más que ahora porque no había contaminación, ni cambiu climáticu, ni protocolo de Kyoto, ni la madre que los parió. Y cuando nació aquel guaje tol mundo se enteró -de hecho, ya taba enteráu muchu tiempu atrás- sin tener que hacelo por les revistes, o la tele, o LA NUEVA ESPAÑA, porque tampoco les habíen, taben trabayando en ello. Enteráronse por los profetas, ¿por quién coño se iben a enterar? Lo que pasa ye que unos creíenlo y otros no, igual que ZP con lo de la puta crisis -¿ves cómo ye to igual?-. Y luego, unos reyes que eren muy listos y no taben esquiando en Baqueira ni de crucero por el Caribe, dijeron pa ellos mismos “esti neñu tien que ser la de dios (igual que Messi dentro de 2017 años)”, y preparáronse p’al eventu, y montaron en camellos, que allí era el vehículo al uso (igual que ahora), y siguieron una estrella de cinco puntes que yos alumbraba el camín, porque entonces tampoco había faroles (hoy hayles, pero no alumbren). Y aquella estrella posóse encima de un portal en Belén pa indicayos a los monarcas que allí era donde taba el recién nacíu, donde los peces bebíen en el río y, en fin, donde había que hacer el botellón pa celebralo. Y los mis megatataragüelos taben allí y vieron que los Magos aquellos lleváron-í tres coses al guaje aquel. Cada uno, una. No como ahora que los neños tan refarfíaos, con siete o treinta y dos regalos. Y desde aquel, vuelven to los años pa celebrar lo bien que los pasaron faí más de dos milenios. Y yo siempre tuve a algún familiar que lo vió, que estuvo allí. Así ye que parez que no pasó el tiempu”.

Y bien pensáo, Duke tién razón. Por estes feches siempre nacen neños, y neñes, y lleguen reyes, duques, condes y marqueses que yos traen muches coses. Pero ahora, los que antes queríen cortái el pescuezu al guaje, súmense a la fiesta, no dan ni golpe y avisen: “Esos regalos son pa dos días, el lunes nos los llevaremos”. Cosas de la crisis.

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