A
estes altures, cuando uno ya está pasáu de años, de canes, de
kilos y hasta de rosca, cuando el tiempu corre cada vez más hasta el
puntu de que toy pensando que los recortes ya lleguen hasta quitái
minutos a les hores, hores a los días, o días a los meses, y vete
tú a saber… -aunque no nos lo haya dicho el últimu consejo de
Ministros y el anterior, y el anterior al anterior-, resulta que 2017
años no son ná. Pero ná de ná. Y dízmelo Duke, el mi amigu de
siempre:
“Mira,
yo tengo un antepasáu que estuvo allí, entre les vaques y les
mules, les oveyes y los pastores, en los tiempos del Rey Herodes y de
aquel delegáu del Gobierno que no paraba de lavase les manos -como
los de ahora-, y esi antepasáu míu contoilo a los sos fíos, y
éstos a los d’ellos, y así sucesivamente hasta mí, el tu amigu.
Llévolo en los genes, en el pedigrí esi. Y ten por seguro que les
coses eren igual que son ahora, aunque un poco más chungues, la
verdá sea dicha. Entonces no había Internet, ni GPS,s., ni siquiera
mapas de carreteres, porque la verdá ye que no había ni carreteres.
Pero, ante eses ausencias y carestías, funcionaba la imaginación y
la tradición que se pasaben de unos a otros desde tiempos
inmemoriales -desde un tal Adán, me dijeron, que tuvo un perrín
como yo que debió ser el primeru-, y a falta de esos adelantos, los
tus ancestros y los míos, guiábense por les estrelles del
firmamentu. Eses estrelles alumbraben más que ahora porque no había
contaminación, ni cambiu climáticu, ni protocolo de Kyoto, ni la
madre que los parió. Y cuando nació aquel guaje tol mundo se enteró
-de hecho, ya taba enteráu muchu tiempu atrás- sin tener que hacelo
por les revistes, o la tele, o LA NUEVA ESPAÑA, porque tampoco les
habíen, taben trabayando en ello. Enteráronse por los profetas,
¿por quién coño se iben a enterar? Lo que pasa ye que unos
creíenlo y otros no, igual que ZP con lo de la puta crisis -¿ves
cómo ye to igual?-. Y luego, unos reyes que eren muy listos y no
taben esquiando en Baqueira ni de crucero por el Caribe, dijeron pa
ellos mismos “esti neñu tien que ser la de dios (igual que Messi
dentro de 2017 años)”, y preparáronse p’al eventu, y montaron
en camellos, que allí era el vehículo al uso (igual que ahora), y
siguieron una estrella de cinco puntes que yos alumbraba el camín,
porque entonces tampoco había faroles (hoy hayles, pero no
alumbren). Y aquella estrella posóse encima de un portal en Belén
pa indicayos a los monarcas que allí era donde taba el recién
nacíu, donde los peces bebíen en el río y, en fin, donde había
que hacer el botellón pa celebralo. Y los mis megatataragüelos
taben allí y vieron que los Magos aquellos lleváron-í tres coses
al guaje aquel. Cada uno, una. No como ahora que los neños tan
refarfíaos, con siete o treinta y dos regalos. Y desde aquel,
vuelven to los años pa celebrar lo bien que los pasaron faí más de
dos milenios. Y yo siempre tuve a algún familiar que lo vió, que
estuvo allí. Así ye que parez que no pasó el tiempu”.
Y
bien pensáo, Duke tién razón. Por estes feches siempre nacen
neños, y neñes, y lleguen reyes, duques, condes y marqueses que yos
traen muches coses. Pero ahora, los que antes queríen cortái el
pescuezu al guaje, súmense a la fiesta, no dan ni golpe y avisen:
“Esos regalos son pa dos días, el lunes nos los llevaremos”.
Cosas de la crisis.
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