domingo, 12 de abril de 2015

TÍO PEPE



Una aventura en la Costa del Sol

Era Viernes Santo de 1978, un día como hoy en la Costa del Sol, poco después de que Lapierre y Collins publicaran aquel best seller que habíamos leído casi todos los estudiantes. Queríamos sentirnos “Hijos de Torremolinos” y para allá nos fuimos en el viaje de Ecuador de carrera. El programa era sencillo y evidente: playa y discoteca. Ligue por el día y ligue por la noche, si se podía. Y en estas estaba con una compañera en un rincón de aquella playa, a la que se accedía por una empinada cuesta, cuando a cien metros diviso a tres varones caminando a orilla del mar en nuestra dirección. El arenal estaba casi desierto por lo que, a medida que se acercaban, no me resultó difícil identificarlos. Dos amigos de Lada y otro de Sama que habían juntado cuatro duros y cruzaron la península en el utilitario de uno de ellos para hacerme una visita de cortesía y, de paso, chafarme el íntimo momento. ¡Joder, qué casualidad. Ya echaba de menos a estos cabrones!, comenté a la chica. Hombre, Marce, ¿cómo tú por aquí?, dijeron al unísono. Pues nada, que estábamos esperando a ver si veíamos algún conocido y de pronto aparecen tres, repuse airado. Como si no os viera lo suficiente allá arriba. Se quedaron con nosotros, cenamos los cinco juntos y, al final, me secuestraron con premeditación, alevosía y el beneplácito de la chica que me dijo “no te preocupes por mí y atiende a tus amigos”. Tras la cena nos fuimos a ver Torremolinos “la nuit”, pero de aquella estaba todo cerrado y no había forma de tomar una copa en ningún lado, así que paseamos en busca de lo imposible hasta que topamos con una taberna abierta y petada de parroquianos, como no podía ser de otra forma. Entramos en el lugar y pedimos cuatro finos. Tío Pepe, para más señas. Como si pidiéramos petróleo. No nos entendían porque  el lugar era de los hijos de la Gran Bretaña que no querían saber nada con la santa festividad. Un cartel de considerables dimensiones rezaba “Only speaking inglish” (sólo se habla inglés). ¡Hay que joderse! Se lo pedimos en bable, español, castellano y farfullense, pero nada. Hasta que el pollo nos enseñó una botella de Dry Sack que bebimos a la salud del menda. Allí nos quedamos hasta la medianoche en que empezaban a abrirse los sitios donde daban jerez de Jerez, no de Londres. Pero esa ya es otra historia, no apta para estas fechas. Se la contaré otro día.

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