La campaña electoral
Cuando le doy a la tecla aún no ha terminado el plazo que da
la ley para la presentación de candidaturas a las próximas elecciones hasta el
punto de que algunos partidos aún no han definido sus listas en cabeza, tronco
y extremidades. Los hay que dicen estar elaborando el programa. De manera que
cuando lean esto, aunque ya conozcamos la filiación de los elegibles, las
direcciones de las distintas editoriales estarán redactando las milongas que
nos contarán los candidatos cuando empiece la campaña, e incluso antes. En ese
momento quienes estén atentos a lo que proclaman unos y otros se darán cuenta
de las similitudes de los mensajes. O sea. Como en nuestra más tierna infancia
nos hablarán de los malos, delincuentes y traidores (los otros), y los buenos,
honrados y leales (ellos mismos, por supuesto). Caperucita y Feroz, Bella y
Bestia, Dantés y Danglars. En fin, que todos y todas gritarán cosas parecidas ante
multitudes enfervorizadas, provistas de estandartes y banderas, que no escuchan
al relator porque ya se saben el cuento de carrerilla.
Lo hablaba ayer mismo con un amigo que se lamentaba se las
mentiras de los políticos, de lo mucho que se esfuerzan para convencer en
precampaña y lo poco, o nada, que hacen luego para seguir sus falsas doctrinas.
De que, en los tiempos que corren, sus mentiras cada vez son menos verdades, y
que los ciudadanos ya no pasan por eso, de forma que optarán por los emergentes
que, al menos, traerán nuevas caras y puros corazones. Tararí, que te vi, le
repuse. Esos tiempos y esta grave situación por la que pasamos es lo que cambia
a peor. Entre todos la mataron y ella misma se murió. Cambiarán las caras, pero
no lo harán las formas. Ni los corazones. No les dejarán quienes mandan en sus
respectivos. Seguirán con el timo de la estampita porque saben que siempre
queda gente que traga lo que le echen, siempre que vaya envuelto en papel
atractivo y con lazo de satén. Y los españoles, como siempre, creeremos lo que
nos dicen los cuentacuentos. Rajoy, Sánchez, Díez, Iglesias, Rivera y Manolín
el de les lanches. Esas trampas para cazar ratones, con un queso de reclamo y
un cepo que les pillará el pescuezo, siguen siendo las más efectivas porque a
los ratones les gusta el queso. No falla. ¡Marditos roedores! Así que lo mejor
sería pasar de cuentos y cuentacuentos y que se vaya todo al carajo. Si no se
ha ido ya.
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