Hoy me levanté con los cables cruzados. Con la idea de mear
mala leche y tinta envenenada. Pero,
después de un par de cafés y una caja de donuts, mejoré. Así que, antes
de que se me pase la mejoría, voy a contarles una primicia que Duke me propuso.
Termino de hacer taitantos. Como lo oyen, oiga. Y para celebrarlo me he
propuesto escribir una novela de caballerías que pienso titular “Donde se
narran las andanzas del célebre caballero Don Pepote de Langreo”, o así, y del
que ya he escrito los primeros párrafos que empiezan aquesta manera: “En un
lugar de las Cuencas de cuyo nombre ya
no se acuerda ni el Gran Facedor vivía…”. No sigo porque va a ser un bestseller
y tienen que comprarlo para enterarse del resto. Y no vayan a pensar en
Cervantes, no. Lo que pasa es que, aprovechando la celebración de su óbito hace
cuatrocientos y pico, que coincide con mi entrada en esta puta vida unos años más
tarde, he pensado que no estaría nada mal escribir las lides y gestas de un
paisano con sombrero que nunca estuvo en Lepanto, ni quedó cojo de un brazo ni
manco de un pie, ni dejó sus asaduras y osamenta hechos polvo de piedra pómez
para que en los años venideros -que ya son muchos- los villanos y plebeyos le
rindieran honores y pleitesía en un convento de Madrid o El Toboso, como si lo
hubieran conocido de toda la vida y leído el libro que escribió con una pluma
de ganso y tinta de calamar a la mortecina luz de una vela de esas que ahora
venden los chinos (China entera no tiene velas bastantes para alumbrar tanto
ingenio), cuando en realidad sólo lo leyeron tres o cuatro pringáos y
desocupados que no hicieron otra cosa en su vida que leer tochos como ese, o
los de Tolstoy y Victor Hugo, o la saga de Harry Potter y el Capitán Alatriste.
Vervigracia. Que los demás que van allí, a las Trinitarias, sólo es para
hacerse la foto, el selfie o una paja mental. A lo que iba, que el libru que ya
estoy escribiendo no va a vendese mucho (eso ya lo se) porque entre otres coses
va tar en bable y eso no hay Gran Facedor que lo traduza, o como redios se
diga. Porque el diccionario de la llingua ta sin acabar tovía. Tan trabayando
n’ello. Así que no va vendese na más que en algunes libreríes asturianes, los
mercáos de les Cuenques y en el Folner de Pola del Tordillo. También tengo ya
escritu el final: “Acabose”. Quédenme les cuatro mil trescientes págines del
medio. Pero eso ye coser y cantar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario