¿Prejuicio o mala suerte?
Vísperas de San Valentín. Se lo dije a ustedes el mes pasado
que el 13 cayó de martes, que este mes le tocaría al viernes y me daba un
nosequé que qué se yo. El que avisa no es traidor. ¿Qué tendrá esi número que
siempre me citen p’al médicu cuando ye martes o Friday?, por aquello de que el
viernes ye el día de la mala pata pa los americanos. Acordavos de aquel tío de
la motosierra que, durante to la peli, perseguía a les moces y mozos p’hacelos
filetes, gonsumadre. Pues hoy levánteme sangrando por la nariz, oye. Y ya me
entró el canguelo. Así que ahora, que son las 07:30 a.m., voy a esperar a que
acabe el día, a ver qué pasa, y termino el artículo si sigo vivu. Esto tien que
ver con sangre, seguro.
Pa empezar, salgo de casa tou nerviosu y, al cruzar, por poco
me pilla un coche. ¡Vaya sustu!, diome un vuelcu la patata y pa encima el
Fernando Alonso saca la cabeza por la ventana y dizme “a ver si mires por ónde
andes, empanáo”. A mí, que taba temblando como una blima y santiguándome como
si acabase de entrar en la Sixtina. Y pensé pa mis mismos adentros “van tener
razón estos americanos”. Ya era mediodía y con el trajín me había olvidado del
asunto cuando suena el teléfono. Una voz masculina pregunta si soy yo. “Pues
claro, ¿quién voy a ser si no, la Merkel?, contesto un tanto airado. “Déjese de
cachondeo que esto no es ninguna broma. Tiene que presentarse en el cuartel de
la Guardia Civil antes de las dos de la tarde. Lleve su DNI”, ordena, y cuelga
sin más explicaciones. Quedé acojonáu, de verdá. ¿Qué habrá hecho Duke? A la
una ya estaba en el cuartel con los gemelos en el pescuezu y el carné entre los
dientes. Me atiende un cabo más serio que un nocturno de Chopin. Saca un legajo
de papeles con lo que parece ser una denuncia y me muestra varias fotos de un
tío que se parece a Varoufakis, el ministro griegu esi. Feu con avaricia.
“¿Conoce a este hombre?”, pregunta sin mirarme. “Ni idea, cabo”, y me abstengo
de cualquier comentario al respecto. “Firme esta diligencia y puede irse”.
Firmo y pregunto por qué me llaman a mí precisamente. “Como parece que Duke lo
sabe todo…”, me contesta. ¡Hay que jodese!, y marché aliviado.
Son las 11:45 p.m. y tovía sigo aquí, pero fue un día
horrorosu, en serio. Hasta ahora no hubo más novedades, salvo que hoy tocaron
lentejes. Dejeles, con un par. Y el mes que bien otru.
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