sábado, 14 de febrero de 2015

GATOS CÉLEBRES


Don Luis, inaugurando la temporada de aguas en La Fuente del Güevu

Ladenses de ayer y de hoy

En más de una ocasión les hablé desde estas páginas de personajes ladenses, unos que lo fueron y otros que aún lo son, que dejaron en el pueblo una impronta de su ingenio y, a veces, de su cara de hormigón armado. Creo que vale la pena recordarlos en estos tiempos en los que todos los vecinos de Lada, Duke incluído, reclaman a gritos un párroco. Evitando a los ilustrados como lo pudo ser Sabino Alonso Fueyo y a los científicos como lo es mi amigo Totó, qué menos que empezar por aquel que rigió la parroquia durante muchos años y fue precursor  de nuestro añorado y llorado Don Luis. El reverendo Don Román fue un hombre con carácter, muchas veces dirigido desde las bambalinas por su hermana, con quien vivía. En tiempo de posguerra acogió fugados en la iglesia y era, entre los gatos, toda una referencia como ocurría en casi todos los pueblos por aquella época. Querido, respetado y, en ocasiones, odiado. Todo a un mismo tiempo. Hombre que repartió hostias de todo tipo, físicas y espirituales. Ya me entienden. De él recibí el Bautismo y la Primera Comunión, como también la recibieron la mayoría de las celebridades a que quiero referirme. Tuvieron un excelente maestro.
Era día festivo o de huelga, no recuerdo bien, hecho que F. ignoraba porque acudía a la Caja de Ahorros a retirar efectivo. Cuando la encontró cerrada preguntó a T., que estaba ocioso apoyado en la barandilla, qué es lo que ocurría, que necesitaba dinero urgentemente. T., el muy ladino, le dijo que, en esa previsión, los de la Caja habían dejado el dinero en la farmacia, justo enfrente, y que allí podía hacer el reintegro. F. cruzó la calle, entró en la botica y puso encima del mostrador su cartilla de ahorros al tiempo que decía al mancebo: “C., dame mil duros”. “Lo que te voy a dar ye una patá en el culo y un par de hosties. ¿Quién te mandó p’acá?, seguro que aquel cabrón que ta apoyáu en la barandilla tóu escojonáu. Tontu, que te la arma cualquiera”. Fue toda la contestación que recibió F. aquel día de cierre bancario, que no farmacéutico. Coloráu y sin perres salió de allí, fulminando a T. con una mirada cuasiterrorista, pese a lo que el otro no paró de reírse para terminar diciéndole: “Cuando abran la caja no te olvides de pedíyos jarabe y aspirines, que éstos cierren un día sí y otru no. Ye un grupo d’empreses, bobu”. Otro día les cuento más.   

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