lunes, 4 de octubre de 2010

HUELGA MINERAL

Mirémoslo de otra manera. Si según la apreciación de los sindicatos la huelga del 29-S fue seguida por un 70 % de los trabajadores y según fuentes gubernamentales y de la patronal lo fue por no más de un 10 %, ¿no será mejor acudir a otras fuentes? porque es muy, pero que muy seguro que los sesgos de ambas partes sean importantes. Vamos, que como siempre unos lo exageran y otros le quitan importancia y, en el medio, el ciudadano, estupefacto, sin saber a quién creer ni a qué atenerse. Lo que si parece ser muy cierto de todo lo acontecido el pasado miércoles fue la agresiva actuación de los eufemísticamente llamados piquetes informativos que, escudándose en su derecho a la huelga, impidieron a muchos otros trabajadores el ejercicio de su derecho al trabajo. La historia de siempre, las cadenas, la silicona, las amenazas, los insultos, las agresiones y la madre que lo parió. Esa es la libertad que algunos proclaman y que algunos quieren, pero no es la libertad con mayúsculas. Así y todo, muchos medios coincidieron en afirmar que la huelga general ha supuesto un completo fracaso y un boomerang que se ha vuelto contra quienes lo han lanzado, esto es contra los propios sindicatos, y no podía esperarse otra cosa de un evento convocado con cuatro meses de antelación cuando ya antes de hacerse lo anunciaban con la boca pequeña y con poco o ningún convencimiento de tal forma que muchos no sabían, y otros aún no lo saben, cuáles eran los motivos de la huelga, máxime cuando la fecha de ésta coincide con una de las señaladas para la minera, cuyas reivindicaciones sí parecen haber causado el efecto querido.

Se han lucido estos sindicatos. No es de extrañar porque ya hace años que vienen haciéndolo, bailando el agua a quien los mantiene en la privilegiada situación de la que gozan. Y este apaño que ni alegra a unos ni enfada a otros no ha sido más que una pérdida de tiempo y de dinero, de mucho dinero, para el país entero. Para lo único que ha servido, o servirá, es para lavar la cara al ejecutivo que a la luz de lo ya afirmado y de los resultados de la asonada reiteran que la pasta no volverá a entrar en el tubo, y también para salvar el culo a los paniaguados de los sindicatos que, con el beneplácito de los primeros, seguirán empecinados en querer convencer a los españoles que la huelga fue todo un éxito, lo que se dice un hit parade.

Duke se escandaliza cuando observa estas cosas. Alucina cuando ve toda esta movida que todos saben desde un principio que no servirá para nada más que la pérdida de tiempo y dinero, de lo que no vamos nada sobrados, y cuando comprueba que, al final, todos contentos y el ciudadano cada vez más jodido. Mirémoslo así: una huelga mineral. Sin gas.

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