Si nos preguntamos acerca de cuáles son los rasgos distintivos de un país para ser considerado como nación podríamos concluir que, entre otros, lo son fundamentalmente sus fronteras, su moneda y su lengua. En el caso se España, ya ninguna de estas señas de identidad nos individualiza como tal. Las fronteras ya hace tiempo que han desaparecido, al igual que la peseta, y nuestra lengua, hablada por más de quinientos millones de personas en el mundo, está a punto de diluirse entre las lenguas cooficiales de alguna comunidad autónoma. En la sede de la soberanía nacional han aprobado esta semana una reforma del Reglamento cameral conforme a la que en el Senado podrá hablarse en cualquiera de estas lenguas, que pasan de ser oficiales en sus respectivas comunidades a serlo también a nivel nacional. De esta manera pronto veremos a todos los senadores provistos de auriculares, donde oirán las traducciones simultáneas, que tendrán que utilizar inevitablemente para poder entenderse. Igual que en Naciones Unidas o en el Parlamento Europeo. Es lo que ahora necesita este país, un ejército de traductores y taquígrafos parlamentarios que trasformen el eusquera en catalán, éste en gallego, éste a su vez en castellano y, no se, si nuestra hermosa lengua será traducida al farfullo y vuelta a empezar, del farfullo al resto de los idiomas que conforman este país plurilingüe de gilipollas desocupados. Resultará gracioso, y esperpéntico, ver a senadores y senadoras, presidentes y presidentas, ministros y ministras, y miembros y miembras de la clase política afinando el oído para entender lo que allí se dice cuando, sin el dichoso artilugio, todos se pueden entender en nuestro idioma que es el de todos los españoles, incluidos catalanes, vascos, gallegos, asturianos y farfullenses.
El casu ye que si no estábemos oyendo poques babayaes en castellano, ahora vamos a oíles en otres lengües. Eso sí, traducíes como es debío. Cada babayá multiplicá por cinco, y los babayos con sonotone, pa hacése los interesantes. Lo que pasa ye que como a éstos interésenyos más otres coses, van a aprovechar pa escuchar los 40 Principales o el partido entre el Deportivo del Farfullo y el Pola del Tordillo F.C. Si no al tiempu. Duke imagínase a Javier Fernández y a Ovidio Sanchez con les oreyeres puestes pa entender a Anasagasti (PNV), a Miguel Bofill (ERC) que ye el promotor del invento, o a su impulsora, la multilingüe Pajín, pa que después se junten a tomar una pinta y hablen como siempre lo hicieron, en la lengua cervantina, que ye la vernácula de todos. Pa mexar y no echar gota. Y pa esta barbaridá van a gastar na menos que más de un millón doscientos mil zapateuros, y lo que te rondaré morena. Como si en esti país de listos nos sobrasen les perres. Esto ye provocar, y no lo que hizo el otru día Mouriño antes del partido del Barça con el Inter. El chuleras esti, que ye luso (dije luso, no iluso), habló en italiano y cuando un periodista le preguntó por qué no lo hacía en español, pues no en vano en sus tiempos culés fue ayudante y traductor de Bobby Robson, contestó que no sabía. Necesítase tener morro.
Al final, esto del Senado, su Reglamento, las lenguas y la madre que lo parió, no deja de ser otra maniobra de distracción que, como todas las demás, nos están llevando a la ruina más absoluta. Lo dicho, el “esperpento plurinacional”.
Imágenes obtenidas de Google
El casu ye que si no estábemos oyendo poques babayaes en castellano, ahora vamos a oíles en otres lengües. Eso sí, traducíes como es debío. Cada babayá multiplicá por cinco, y los babayos con sonotone, pa hacése los interesantes. Lo que pasa ye que como a éstos interésenyos más otres coses, van a aprovechar pa escuchar los 40 Principales o el partido entre el Deportivo del Farfullo y el Pola del Tordillo F.C. Si no al tiempu. Duke imagínase a Javier Fernández y a Ovidio Sanchez con les oreyeres puestes pa entender a Anasagasti (PNV), a Miguel Bofill (ERC) que ye el promotor del invento, o a su impulsora, la multilingüe Pajín, pa que después se junten a tomar una pinta y hablen como siempre lo hicieron, en la lengua cervantina, que ye la vernácula de todos. Pa mexar y no echar gota. Y pa esta barbaridá van a gastar na menos que más de un millón doscientos mil zapateuros, y lo que te rondaré morena. Como si en esti país de listos nos sobrasen les perres. Esto ye provocar, y no lo que hizo el otru día Mouriño antes del partido del Barça con el Inter. El chuleras esti, que ye luso (dije luso, no iluso), habló en italiano y cuando un periodista le preguntó por qué no lo hacía en español, pues no en vano en sus tiempos culés fue ayudante y traductor de Bobby Robson, contestó que no sabía. Necesítase tener morro.
Al final, esto del Senado, su Reglamento, las lenguas y la madre que lo parió, no deja de ser otra maniobra de distracción que, como todas las demás, nos están llevando a la ruina más absoluta. Lo dicho, el “esperpento plurinacional”.
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