sábado, 1 de mayo de 2010

BASTA YA DE CANSINOS


No pasa un solo día sin que tengamos que soportar a uno de ellos. Nos deja mal cuerpo y estamos hasta los congojos, ¿no les pasa a ustedes lo mismo?. Facundo Collado, de profesión molestapersonas, es un personaje torpe, inoportuno, plasta, machacón y cierrabares cuya vulgar vida es un libro abierto que nadie quiere leer. Hace pocos días, en una sidrería, varios compañeros tertuliábamos de mesa a mesa con un viejo amigo y su encantadora esposa, cuando este individuo, el del título, se acercó y, sin aviso ni permiso previos, tomó asiento al lado de nuestros vecinos, tras lo que nuestra conversación quedó interrumpida. El interfecto, sentado entre los conversantes, comenzó a dar la vara a nuestros amigos de forma que éstos, de vez en cuando, requerían nuestra atención para ver si el pelma desistía y se largaba con viento fresco. Nada, que si quieres arroz… En un momento determinado el sujeto se dirige a mí, argumentando lo malo que está el tiempo y que desde la Peña Villa viene la marabunta. ¡¿Sabrá lo que dice el tío este?! Pues nada, erre que erre, Facundo Collado nos contó sus dolencias, penurias y desgracias, y persistió en su aburrido e inútil discurso durante más de media hora, hasta que acabó su botella de sidra. Luego se levantó y, sin decir ni mú (lo que puede significar “hasta luego”), se fue a molestar a otro. ¡Qué fastidio!, siempre que ocurre algo similar me pregunto qué es lo que tengo que atraigo a estos insulsos y repulsivos personajes. Es que además, no conociéndote de nada, después de un episodio como el que termino de contarles, se creen amigos tuyos, te saludan por la calle, si al verle no has cruzado primero de acera y, lo que aún es peor, si coinciden otra vez contigo en un establecimiento público vuelven a sentarse y pretenden invitarte, o que les invites. Pues no, he decidido romper con mi mal entendida “cortesía” y fundar el “Club de los Antipelmas” del que soy, a día de hoy, el único socio, lo que me importa un “pijo”, porque, como solemos decir, “pa solu soy buenu”.

El objeto social de mi club (mío, hasta que no tenga mas socios) no es altruista, sino todo lo contrario. Solo existe el riesgo de que te partan la cara. A cambio, todo son ganancias y beneficios. Ganancias: los plastas de turno te rehuyen, te odian, te aborrecen…, estás en su lista negra. Beneficios (que no es lo mismo, ¿o no se han dado cuenta?): simplemente, con portar la credencial, te dejan tranquilo y se van a tocar los cojones al que no la tenga. Por eso, pertenecer a mi club es bueno para la salud, y así debería de recomendarlo la OMS, la consejería de turno y, estoy seguro, que hasta los Ministerios de Hacienda y Medio Ambiente (lo digo por lo del tabaco). Quitarse de encima “de por vida” a los pesaos es algo que solo puede conseguirse perteneciendo a mi club social .

Y es que esto de tener una doble personalidad, de ser al mismo tiempo persona física y también jurídica, siendo una sola persona, es como lo de Jekill y Hide. Como te ven (eres el mismo con una u otra caracterización), pero no saben si obras en uno u en otro concepto…, ante la duda, van a tocar la diana a otro, -y lo sentimos por ese otro- aunque sea usted mismo(a). Damas y caballeros: despójense de la cortesía que, inútilmente aplican con estos “rompehuevos”; plántenles cara y díganles que su historia no les interesa, ni tampoco su persona; pónganles contra la pared y, siendo peor que ellos mismos, no les dejen hablar y denles la vara hasta que se marchen por propia iniciativa; denúncienles ante el Comité de Disciplina Social (que existirá en breve, pero hoy no…, mañana); o, si no optan por ninguna de estas soluciones alternativas, háganse socios de mi club social. Aunque me importe un pijo, se lo agradeceré. ¡Basta ya de Cansinos! De casinos no, de CAN-SI-NOS.

Imágenes obtenidas de Google

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