jueves, 10 de noviembre de 2011

PUNTO DE MIRA

 El origen del dinero para pagar las pensiones
No se si les aburriré con tanto darle a esto de la crisis. Duke también está hastiado de tanto rumor, de tanto rescate y tanta historia. Créanme. Pero es que no podemos quitárnoslo de la cabeza. Cuando no son pitos son flautas. Cuando no es el Papandreu es Il Cavaliere. Hace unos días la ahora presidente del FMI, Christine Lagarde, alertó a Europa de la posibilidad de una nueva recesión y ahora lo hace el BBVA con respecto a nuestro país y su entorno. No nos dejan dormir un día tranquilos, y esto no tiene trazas de solución, por mucho que nos digan Rajoy y Rubalcaba. O el tándem Merkozy.

Hablando el otro día con un amigo -de esas personas a quienes no se les puede tildar de impudente-, comentábamos la situación, el cierre de negocios en este municipio, y en los demás, y aquello del susto que ya tienen los pensionistas porque cada vez hay menos que han de cotizar para más en el entorno de una coyuntura desesperanzadora sin visos de mejoría ni a corto ni a medio plazo. En ese sentido ambos coincidíamos en una cosa, cada vez hay más comensales ante un pastel más reducido que nunca. Y la que te rondaré morena. En éstas me vino a la quijotera la anécdota de aquel taxista amigo de tomar el pelo -y tocar los güevos- a todos aquellos viajeros de provincias que arribaban a la capital con la lógica cara de despiste de aquel que nunca la ha visitado, ni siquiera salido de su pueblo. Uno de esos -de Campo de Caso, por cierto- subió al Mercedes pidiendo al conductor que le acercara a un conocido hotel. Al rato el casín preguntó para que servía la estrella que llevaba el coche en el centro de la parte delantera del capó. Esta es la mía, debió de pensar el pollo. Mire, ya habrá notado que aquí en Madrid somos muchos habitantes, pero tenemos también muchos ancianos. El caso es que el ayuntamiento ha dictado un bando recomendando a resto de la población que los vayamos quitando de en medio. Esa estrella es el punto de mira que yo utilizo para atropellarlos, le explica. Vea, allí tenemos aquella ancianita cruzando el paso de cebra, ¿la ve? El tío acelera y en el último instante esquiva a la mujer. Pues menuda mierda de punto de mira, si yo no abro la puerta ¿a ver cómo te la hubieras cargado?, dice al taxista horrorizado que ve por el retro a la señora despanzurrada en el asfalto.

Claro que esto es un chiste y no una recomendación al gobierno como medida de ajuste. Dios me libre de tal proposición con la cantidad de queridos amigos en edad provecta que tengo y dado el respeto que me infunden nuestros mayores. Pero el caso es que habiendo menos viruta, que la hay, la población envejece y los que son jóvenes no hacen lo conveniente para aportar futuros trabajadores cotizantes al tinglado. En consecuencia, si queremos tener un forma viable y sostenida para acabar con esta lacra que nos invade y reconcome, tenemos dos alternativas. O nos cargamos a los viejos, que haría un Herodes moderno, o nos aplicamos más en el asunto amoroso sin protección que valga. Por norma, no por placer. Primero la obligación y después lo otro. Así que dejemos en paz a nuestros ancianos y ¡a trabajar en el asunto!

Imágenes de Google

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