Vale, no vamos. Pero luego no me digas que no te lo advertí. Si por no haber ido nos quedamos con la miel en los labios, es tu decisión, no es culpa mía. Tú siempre te lanzas al principio y después, cuando se presenta la ocasión, te echas atrás y, cuando todo está preparado y a punto, vienes con que si no fuiste a la pelu, que si no tienes la ropa apropiada, que si, total, Maripuri no va a estar y Maripili tampoco, y que para gastarnos cincuenta mortadelos mejor quedarnos en casa. Pues nos quedamos y, además, yo encantado. Tanto jaleo y ruido, para nada. Remar en seco es tontería.
En estas estoy con mi santa, cuando le suena el celular. Hola Maripuri, ¿qué tal?... Ah, así que al final vais a ir. Pero es que yo no tengo nada que ponerme… ¿Qué vas a ir en tejanos?... pero… Ya…, ya…, pero… Bueno, espera que voy a hablarlo con Marce. Cubre el micro con la mano. Marce, ¿vamos, entonces? Pero bueno, mujer, ¿no decías que si la pelu y la ropa…? Voy en tejanos, replica. Y el pelo está bien, sentencia. ¿O no?, ¿a ti que te parece? Que vas a ir muy guapa, contesto resignado. Se pone otra vez al aparato, oye… que vamos, ¿nos vemos allí a las ocho? Vale, un besín. Y cuelga. Venga, prepárate que hemos quedado a las ocho, me ordena. Ya estoy preparado, ¿no dices que vamos en tejanos?, pregunto. En tejanos nosotras, que somos más juveniles. Vosotros, americana y corbata. Ponte los chinos. Para chinos estoy yo, digo refunfuñando para mis mismísimos adentros. No te fastidia con la Maripuri y todas las mandakaris.
Son las ocho menos cinco cuando subimos al coche, nos quedan veinticinco kilómetros de viaje. Venga, andando y no corras. Pero mujer, si hemos quedado a las ocho. ¿Cómo no voy a correr?, tengo que ir como una posta. Tú haz lo que yo te diga, que ésta nunca es puntual. Pues anda que nosotros… A los cinco minutos del trayecto hay un accidente, dos coches atravesados en medio de la calzada y nadie que ordene el tráfico que está parado. Lo que nos faltaba, ahora este follón. Si es que no llegamos, ¿ves? Pero bueno, como si yo tuviera la culpa. Si hubieras terminado primero de pintarte, de dar vueltas por casa y mirarte al espejo, ya estaríamos allí. Puntuales, como es debido, digo. Debido…, estás bien. Tú siempre tan correcto para todo. Tócales el claxon, que aparten de una vez esos puñeteros coches. Pero… nadie toca, ¿tenemos que montar el número?, precisamente nosotros, le replico. Toca, he dicho. Que no toco. Se abalanza sobre el volante y, sin que yo pueda evitarlo, da un concierto de bocinazos. Luego, como siempre, los demás. Y se monta el pifostio en la carretera. Después de media hora allí parados, pito va y pito viene, llega la policía y comienza el espectáculo. Y ahora ¿qué pasa?, dice fuera de sí. No pasa nada, mujer. Tienen que hacer el atestado, en diez minutos o poco más nos ponemos en marcha. Ahora ya…, como si tardan media hora. Ya habrá empezado y ellos estarán adentro. Da la vuelta.
Al final nos quedamos sin ir. Me cago en los conciertos de Isabel Pantoja.
Imágenes de Google
En estas estoy con mi santa, cuando le suena el celular. Hola Maripuri, ¿qué tal?... Ah, así que al final vais a ir. Pero es que yo no tengo nada que ponerme… ¿Qué vas a ir en tejanos?... pero… Ya…, ya…, pero… Bueno, espera que voy a hablarlo con Marce. Cubre el micro con la mano. Marce, ¿vamos, entonces? Pero bueno, mujer, ¿no decías que si la pelu y la ropa…? Voy en tejanos, replica. Y el pelo está bien, sentencia. ¿O no?, ¿a ti que te parece? Que vas a ir muy guapa, contesto resignado. Se pone otra vez al aparato, oye… que vamos, ¿nos vemos allí a las ocho? Vale, un besín. Y cuelga. Venga, prepárate que hemos quedado a las ocho, me ordena. Ya estoy preparado, ¿no dices que vamos en tejanos?, pregunto. En tejanos nosotras, que somos más juveniles. Vosotros, americana y corbata. Ponte los chinos. Para chinos estoy yo, digo refunfuñando para mis mismísimos adentros. No te fastidia con la Maripuri y todas las mandakaris.
Son las ocho menos cinco cuando subimos al coche, nos quedan veinticinco kilómetros de viaje. Venga, andando y no corras. Pero mujer, si hemos quedado a las ocho. ¿Cómo no voy a correr?, tengo que ir como una posta. Tú haz lo que yo te diga, que ésta nunca es puntual. Pues anda que nosotros… A los cinco minutos del trayecto hay un accidente, dos coches atravesados en medio de la calzada y nadie que ordene el tráfico que está parado. Lo que nos faltaba, ahora este follón. Si es que no llegamos, ¿ves? Pero bueno, como si yo tuviera la culpa. Si hubieras terminado primero de pintarte, de dar vueltas por casa y mirarte al espejo, ya estaríamos allí. Puntuales, como es debido, digo. Debido…, estás bien. Tú siempre tan correcto para todo. Tócales el claxon, que aparten de una vez esos puñeteros coches. Pero… nadie toca, ¿tenemos que montar el número?, precisamente nosotros, le replico. Toca, he dicho. Que no toco. Se abalanza sobre el volante y, sin que yo pueda evitarlo, da un concierto de bocinazos. Luego, como siempre, los demás. Y se monta el pifostio en la carretera. Después de media hora allí parados, pito va y pito viene, llega la policía y comienza el espectáculo. Y ahora ¿qué pasa?, dice fuera de sí. No pasa nada, mujer. Tienen que hacer el atestado, en diez minutos o poco más nos ponemos en marcha. Ahora ya…, como si tardan media hora. Ya habrá empezado y ellos estarán adentro. Da la vuelta.
Al final nos quedamos sin ir. Me cago en los conciertos de Isabel Pantoja.
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