Los despistes de los hombres del tiempo
Lunes por la mañana, después de una noche de tormentas, de rayos, truenos y la madre que lo parió, subo la persiana del dormitorio y veo un amanecer triste y lluvioso. Tras dos días de un calor sofocante, ha refrescado sensiblemente. Es una mañana otoñal en pleno agosto. Enciendo este aparato diabólico y leo la prensa diaria. El Papa se ha ido en olor de multitudes y el Coronel Gadafi, derrotado, se parapeta en su palacio presidencial, o quizás se ha ido a Pola del Tordillo. Juan Mata también se va, al Chelsea. Y como esta semana también tenemos que irnos, no tan lejos, consulto la previsión del tiempo en la web. “Lunes, 22: Nubes dispersas”, dice la página. Me froto los ojos y vuelvo a leer lo mismo para, acto seguido, asomarme de nuevo a la ventana y comprobar que llueve con gracia, vamos que no lo hace tímidamente ni mucho menos. El cielo está completamente cubierto y no tiene ningunas trazas de despejar. Al tiempo las noticias de las ocho hablan de chubascos, tormentas y temperaturas en descenso. Así que le resto importancia a la empanada que se gasta el autor de la noticia, al tiempo que recuerdo una anécdota acontecida hace muchos años.
Tantos que ya no se cuántos son. El prota de esta historia cumple la mili lejos de casa, en las islas afortunadas. Es cabo tomatero, que decíamos. El grado superior a soldado raso. Y está de guardia, que es la función de mayor responsabilidad que se le asignaba a esa graduación. Son las ocho de la mañana y, tras una noche tranquila, una compañía de infantería, con suboficiales y oficiales al frente, sale de maniobras por el cuerpo de guardia. Su capitán se acerca al puesto y nuestro héroe, raudo, se dirige a él, se cuadra y, como es de rigor dice marcial: “A sus órdenes mi capitán, sin novedad en la guardia”. El estrellado, que no da crédito a lo que termina de escuchar, señala con el dedo hacia sus soldados y dice: “¿Y todo esos que me acompañan no son ninguna novedad, cabo?”. El tomatero, aturdido, se quedó de pastel de boniato y tan colorado como sus galones. Casi sin poder articular palabra, alcanza a decir de forma imperceptible -menos marcial que anteriormente-: “A sus órdenes mi capitán, ¿manda usted alguna cosa más mi capitán?”. “Sí, despierte usted cabo. Ya ha tocado diana”. “A sus órdenes mi capitán”.
Los hay que no se enteran, que parecen dormidos y en el cielo de los esfínteres. Este es el caso de nuestro experto y avezado meteorólogo de la página web de información del tiempo que, lejos de asomarse a la ventana como yo lo hice, lo que hace es mirar el tiempo que hace en Benidorm y copiarlo para Sama y Asturias entera. Después quienes quieren salir de vacaciones, guiados de la privilegiada información, pasan el Negrón y se encuentran con que vienen sin paraguas ni chubasquero, ni guantes ni madreñes. Que diluvia y que fay un cutu que escarabiella la pellella.
Imágenes de Google
Tantos que ya no se cuántos son. El prota de esta historia cumple la mili lejos de casa, en las islas afortunadas. Es cabo tomatero, que decíamos. El grado superior a soldado raso. Y está de guardia, que es la función de mayor responsabilidad que se le asignaba a esa graduación. Son las ocho de la mañana y, tras una noche tranquila, una compañía de infantería, con suboficiales y oficiales al frente, sale de maniobras por el cuerpo de guardia. Su capitán se acerca al puesto y nuestro héroe, raudo, se dirige a él, se cuadra y, como es de rigor dice marcial: “A sus órdenes mi capitán, sin novedad en la guardia”. El estrellado, que no da crédito a lo que termina de escuchar, señala con el dedo hacia sus soldados y dice: “¿Y todo esos que me acompañan no son ninguna novedad, cabo?”. El tomatero, aturdido, se quedó de pastel de boniato y tan colorado como sus galones. Casi sin poder articular palabra, alcanza a decir de forma imperceptible -menos marcial que anteriormente-: “A sus órdenes mi capitán, ¿manda usted alguna cosa más mi capitán?”. “Sí, despierte usted cabo. Ya ha tocado diana”. “A sus órdenes mi capitán”.
Los hay que no se enteran, que parecen dormidos y en el cielo de los esfínteres. Este es el caso de nuestro experto y avezado meteorólogo de la página web de información del tiempo que, lejos de asomarse a la ventana como yo lo hice, lo que hace es mirar el tiempo que hace en Benidorm y copiarlo para Sama y Asturias entera. Después quienes quieren salir de vacaciones, guiados de la privilegiada información, pasan el Negrón y se encuentran con que vienen sin paraguas ni chubasquero, ni guantes ni madreñes. Que diluvia y que fay un cutu que escarabiella la pellella.
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