miércoles, 15 de septiembre de 2010

HEMEROTECA

Es muy temprano en una triste y nublada mañana de domingo en esta, también triste, ciudad en la que solo nos tropezamos con personas que madrugan a por el pan y algunas que regresan de una larga noche de diversión. Sama aún duerme. Paseamos despacio, tranquilos, pensativos, cada uno en lo nuestro. Es buen momento para hacerlo. A Duke le encanta el ágora de Langreo. En la plaza del consistorio parece agudizar su oido y su olfato, allí se encuentra con murmullos y aromas del pasado, con historias desconocidas de gentes desconocidas que vivieron en tiempos ignorados, y siempre regresa a casa con un bagaje de sensaciones que a veces, solo a veces, me cuenta y sobre las que discutimos con ánimos reconstructivos. Sin embargo, en esta ocasión, hemos encontrado la historia ya documentada en papel de prensa. Es el escaparate de un establecimiento cerrado recientemente, como tantos otros, debido a la crisis. En su puerta y en sus lunas pueden verse un montón de dobles páginas de este diario pegadas unas sobre otras para impedir la decepcionante visión del interior muerto y sombrío. Allí nos detenemos un buen rato y con curiosidad comenzamos a examinar los titulares de los papeles gastados y amarillentos, medio borrados en algún caso. Entre todos ellos nos llama especialmente la atención uno con una gran foto de Paquirri agonizante llevado en volandas hacia la enfermería por miembros de su cuadrilla en una desgraciada tarde cordobesa de muchos lustros atrás. En otra puede leerse, no sin cierta dificultad, un breve que remite al interior y que habla del encierro de los trabajadores de Duro Felguera en el salón de plenos del ayuntamiento langreano. Vemos una página de deportes donde se informa de la liberación de Enrique Castro “Quini”, tras su largo secuestro, y otra con una gran esquela de Severo Ochoa.

Pensativos, nos alejamos de allí cuando, muy cerca, y a los pocos minutos nos encontramos otro bajo en idénticas circunstancias que el anterior, con noticias más recientes como el atentado a la T4 de Barajas, el secuestro del Alakrana y muchas noticias sobre la crisis global. Entre todo descubrimos una columna nuestra de 5 de noviembre pasado titulada “Terciopelo azul” y volvimos a leerla. Era la oreja que habíamos encontrado y nos había revelado los clamores que nadie quería escuchar. Meditamos nuevamente sobre ello y llegamos a la conclusión de que esas peticiones del pueblo siguen todavía dentro de la soledad del apéndice auricular. Sin respuesta.

De regreso a casa nos dimos cuenta de lo efímero de la existencia y también de la permanencia de los sucesos en el tiempo gracias a personas que los conservan en su particular hemeroteca. Pero cada vez quedan menos, las colocan en los escaparates de la memoria. Solo sirven para tapar las miserias del tiempo en que vivimos.

1 comentario:

  1. Me encanta tu blog, pero quizás este artículo me ha resultado muy especial, nostálgico, y evocador de mejores tiempos (no por pasados, ni en algunas cosas mejores, pero sí buenos en otras muchas)
    Me gusta la humanidad que se respira.
    Y me encanta Duke, el perro más bonito de toda Sama de Langreo. Vivo en Gijón y voy muchas veces a Sama (mi familia es de Sama, y pasé los mejores momentos de mi infancia allí), pero nunca he logrado ver a Duke. Ojalá algún día lo vea por el parque Dorado.
    Cuando me siento bajo, sin ánimo, con ganas de esconderme de estos tiempos mediocres, de esta vida que ya no es lo que era... tan sólo voy a Sama.. y me siento bien, feliz, ausente de todo problema. Siempre me pregunté el por qué me resulta tan enigmática, incluso cuando sus calles están tristes y vacías, pero sí, me hace sentir bien.
    Gracias y un abrazo desde Gijón.
    Rafael Martínez.

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