jueves, 9 de febrero de 2017

POR ENCIMA DE LA LEY



Mas en el banquillo.



No se si es tonto de remate o es que se lo hace. En la primera sesión del juicio por la celebración del Seudoplebiscito del 9-N, el Ex de la Generalitat catalana se ha excusado de los cargos de que se le acusa diciendo que no conocía las consecuencias del incumplimiento de la sentencia dictada por el Constitucional, en aras de evitar un veredicto que le inhabilite para el ejercicio de cargo público. Vamos que pensaba que matar, robar o prevaricar son delitos que están en el código penal sin pena o sanción aparejada. Y no se puso colorado, oiga. Compareció ante el Tribunal como si no se le juzgara a él y a sus dos compañeras de banquillo si no al propio Constitucional hasta tal punto que respondiendo a preguntas del fiscal preguntaba a su vez cómo era posible que no se le hubiera advertido de esas consecuencias, a lo que el magistrado que presidía la sala respondió, parándole los pies, que los acusados están allí para responder, no para preguntar. “Termine de una vez con su mitin y déjese de vacilar que este no es un acto político a los que tan acostumbrado está usted”.
Y es que Arturo estaba con subidón por el apoyo de cuarenta mil personas (según los mosos d’escuadra) que le habían acompañado hasta las inmediaciones del Tribunal y permanecía afuera dando testimonio de su rebeldía con Puigdemont y Junqueras, los barandas de Junts pel Sí, a la cabeza. Si esa concentración fue espontánea que venga dios y lo vea, si no lo fue hemos de suponer que contó con la autorización de la Delegación de Gobierno como cualquier manifestación ciudadana que se precie de tal. De manera que aquí esperamos que cuando el señor Fernández Villa acabe de una vez por comparecer ante la justicia lo apoye un número proporcional de ciudadanos para abuchearle, tirarle tomates o jalear y aplaudir las presuntas fechorías por las que se le llama a declarar. Claro está que, pasado largo tiempo desde que se puso malo de la sesera, de recursos y más recursos, ahora recordará mucho menos el motivo de su presencia allí y, al igual que el catalán, creerá que él siempre estuvo por encima de la Ley. ¡País!


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