miércoles, 6 de mayo de 2015

INFILTRADOS


Wally, el infiltrado más célebre

Extraños compañeros de política

Todos los días laborables, al caer la tarde, se juntan a tomar unos vinos y a compartir los últimos acontecimientos de sus vidas y entornos. Uno es profesor, ya con la jubilación a la vuelta de la esquina, y el otro lo fue con un volante de por medio. Se conocieron por casualidad hace más de una década y, desde entonces, han acrecentado su amistad pese a sus ideologías contrapuestas. Emprendedor, padre y abuelo en la vida, el segundo de ellos es un hombre atrevido. No le duelen prendas en presentarse ante cualquier persona por la que se interese. La aborda, se presenta: “Soy fulanito y asunto concluido. Una tarjeta más para su agenda. Sin embargo el profesor no es tan echado para adelante sino más taimado y prudente. Le da un poco de vergüenza proceder como su amigo. Y es él mismo quien me cuenta que hace unas semanas su querido amigo -a la sazón militante de Foro Asturias- le invitó a una charla que el coordinador de IU, Cayo Lara, daba en Langreo, ya en precampaña. Siendo militante en activo de esa formación desde hace bastantes años y habiendo ocupado algún cargo de responsabilidad no asistió al evento. Le decía a su compadre que era curiosa y sorprendente esa invitación a participar en un acto de sus correligionarios. Sin embargo, unos días más tarde, la cosa volvió a repetirse. En esta ocasión le invitó a asistir a un acto espicha de su partido también en Langreo. Y la sorpresa vuelve a producirse: el de izquierda de toda la vida va al pincheo forista acompañando a su forista amigo. ¡Vivir para ver!
Había un pavo en Lada que se infiltraba en los lugares más insospechados haciéndose pasar por alguien que no era. Hubo un tiempo en que entraba por la cara en un cine felguerino levantando la solapa de su chaqueta ante el portero, haciéndose pasar por policía. Esto ocurrió en multitud de ocasiones hasta que un día fueron al cine dos policías conocidos y el empleado les preguntó acerca de la identidad de su joven compañero. “Aquel que está dentro”, señaló. Los agentes entraron e interpelaron al ladense interesándose por el motivo de aquel alzado de solapa como queriendo mostrar su placa, a lo que nuestro amigo repuso sin inmutarse: “Yo enseño la galleta. Si me dejan comerla adentro, bien. Si no la como afuera”. Y se quedó a ver la peli. Todo estriba en echarle cara a la vida.

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