jueves, 20 de octubre de 2011

LOS CIEGOS Y LOS QUE NO QUIEREN VER


El abuso de los servicios sanitarios
Ahora que asistimos a una verdadera involución en todo lo referente a los servicios públicos, cuando vemos que en ciertas comunidades autónomas que tienden a reducir los servicios sanitarios o a prescindir de centros de salud en aras del ahorro y el recorte, que al fin y al cabo es lo mismo, y cuando las arcas del estado se ven llenas de telarañas y tienen que acudir en socorro de la propia Tesorería de la Seguridad Social mediante la concesión de un crédito extraordinario de 3.729 millones de mortadelos para poder abonar las congeladas pensiones y hacer frente a la compensación de las mínimas por el desvío anual del I.P.C., y cuando suceden montones de cosas más que ponen en evidencia la crisis que padecemos y la nefasta gestión económica de este gobierno muerto y a punto de ser enterrado, ahora quizás nos demos cuenta de que no son solo los gobiernos y las administraciones, que al fin y al cabo también son lo mismo, quienes deben de poner freno a tanto dispendio y tanta locura, sino que hemos de ser nosotros los administrados y usuarios de esos servicios públicos quienes pongamos de nuestra parte lo que está en nuestras manos que es sentido común y cordura, cuanto menos.

Son poco más de las ocho y media de la mañana de un día otoñal, tal como hoy que le doy a la tecla. Aguardando la llamada del galeno especialista en el servicio de Consultas Externas del Hospital, justo a mi lado se abre una puerta de la que sale una enfermera con un listado. Con voz clara y potente comienza a llamar pacientes, con sus nombres y apellidos. Fulanito de Tal…, espera. No está. Otro, Menganita de Cuál…, espera. No está. Citanito de la Madre que lo Parió. Lo mismo. De seis o siete personas a las que llama solo se levanta una que entrega el volante a la funcionaria y vuelve a sentarse en espera de ser llamado a consulta. Pasan diez o quince minutos y la enfermera vuelve a intentarlo de la misma forma y con idéntico resultado. Esta vez, atento que estaba, me da por contar las personas llamadas, las presentes y las ausentes. Ocho llamamientos y tres presencias para oftalmología. Hagan ustedes mismos la operación.

Después pasa lo que pasa porque somos unos necios y pensamos que solo somos objeto de derechos y no de obligaciones. Pasa que, cuando estamos en la calle y en esos petits comités de tertulia sidril y callejera, ponemos a “chupa de domine” a nuestra sanidad y, por ende, a nuestros profesionales sanitarios, médicos, enfermeras, auxiliares y hasta el último celador o electricista, tildándolos de irresponsables, chapuzas y de lo que no está escrito. Y no es así, queridos amigos, sino todo lo contrario. En Asturias tenemos unos servicios sanitarios dignos de envidiar por otras comunidades autónomas. Pero, en el caso que les he contado y nos ocupa -que se da todos los días- ¿no me digan que no sería fácil evitarlo con una simple llamada telefónica advirtiendo al centro que no se acudirá a consulta? Las propias citaciones lo dicen: “Si el citado no puede acudir hágalo saber a los teléfonos tal o cual”. Me gustaría saber cuántas personas siguen esa indicación. Lo que sí es seguro es que si colaboráramos un poquito más ayudaríamos a mejorar la sanidad y otros servicios. Hasta se reducirían los plazos y las listas de espera.

Imágenes de Google

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