martes, 11 de octubre de 2011

LO QUE CUESTA UNA LICENCIA

 A lo que mueve la desesperación

Amputarse parte de un dedo porque un concejal no te reciba no está en la mente de cualquiera. Hay que tener mucha imaginación y muchos güevos para hacerlo. Un hacha y un dedo los tenemos todos, o casi todos, y el país está lleno de concejales que no te reciben, ni lo van a hacer aunque te cortes el pescuezo, pero tíos con la testiculina necesaria para cortarse el apéndice dactilar debe de haber solo uno, y está en Asturias patria querida. El caso es que a este chaval avilesín le salió bien la jugada, dado que de inmediato el ayuntamiento se ha puesto a revisar el expediente de su licencia, al menos lo airearon en presencia de la esposa del autolesionado y parece ser que, al momento que le doy a la tecla, le ha sido aprobada. Lo que no nos cuadra es que, ahora que lo ha conseguido, pida que le devuelvan el dedo, que es lo que ha dicho en una entrevista concedida a este periódico. Pero bueno, macho, ¿y qué vas a hacer?, ¿cortarte otro dedo para que te devuelvan el primero? Porque con esos antecedentes eres muy capaz de hacerlo. Además, ¿no se lo habías entregado al funcionario para que, a su vez, se lo diera a tu amigo el concejal? Pues a lo hecho pecho, tío. Total ¿qué más te da un dedo más que menos si habías amenazo con seguir?, y ¿quién te dice a ti que el edil este no colecciona dedos a cambio de licencias municipales? Al tuyo tiene que tenerle un cariño especial y guardarlo en una vitrina con mucho hielo como una muestra más de las cosas raras del día a día municipal.

Mira. Voy a decite una cosa. En confianza. Si fueses de Langreo habíes evitáo comprar el hachu y cortar el déu. En serio. Aquí hácentelo en el ayuntamientu de frente, y con anestesia epidural de eses. Primero dante un garrotazu en los reñones y luego, si tovía quiés, dante un volante p’al de la manicura qu’está justo al lao y ye el que se encarga de podar los rosales del parque. Esos vuelven a crecer después de metéyos la tijera, seguro que el tú déu también te crez. Y ye que no se pué andar por la vida exigiendo les coses de esa manera. ¡Que venga el concejal a veme, que si no corto un déu! Como si el concejal no tuviese coses mejores que hacer que vete a ti. Además, no se pué entrar en un edificiu públicu con un hachu pa cortar estilles y deos, y menos si quiés ver al tu amigu el concejal. Pués levantar sospeches, chaval. Igual creen que vas a desguazar la mesa de la Alcaldesa. O el percheru donde cuelga los visones. Y eso ye lo más sagráo del conceyu.

Visto lo que antecede y el éxito de la operación, atención a la ciudadanía en general. Cuando acudan a las instituciones con la legítima pretensión de gestionar intereses propios o ajenos, o quieran despachar con un munícipe, o munícipa, y lo vean crudo quizás lo mejor sea llevar el hacha envuelto en La Nueva España. Que vean que están instruidos y al día. Pero, háganme caso, no se corten nada que, a cambio de un simple papel o de una promesa, se quedan con ello. Ni devolución ni implante que valga. ¡Hay que ver lo que cuesta un permiso de apertura!

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