lunes, 24 de octubre de 2011

CARETA

Sobre el fin del terrorismo
 
Se supone que quienes escribimos en estas páginas debemos de opinar sobre todos los acontecimientos habidos y por haber. No va descaminada esa suposición, porque para eso estamos. Sin embargo hay sucedidos sobre los que no acostumbro a mojarme, bien porque dude o no tenga claros los antecedentes, o porque los rechace de plano, o porque si lo hago con mi subjetiva objetividad se me va a ver el culo con toda claridad, ¿vale? Desde el pasado jueves, en que los asesinos de más de ochocientos españoles dieron a conocer su último best seller, muchos de ustedes me han preguntado qué es lo que Duke piensa al respecto. En todos y cada uno de los casos de estas requisitorias callejeras me han venido a la memoria dos escenas que presencié o a las que asistí solo de forma testimonial (no podía hacerlo de otra manera como la inmensa mayoría de ciudadanos de bien). Un 25 de septiembre de hace nueve años, el cuerpo de Juan Carlos Beiro Montes era introducido en la Iglesia de Sama, acompañado de su viuda, sus padres y una retahíla de políticos. Presidente y Jefe de la Oposición de aquel momento estaban allí, como no podría ser de otra forma. Aznar y Zapatero, más algunos que hoy son los próceres o están a punto de serlo. A mediados de julio de 1997 hubo otras escenas en todos los pueblos y ciudades de este país, incluido éste, dando testimonio de repulsa, de asco y de hastío por el vil asesinato del joven, y previamente secuestrado, Miguel Ángel Blaco, concejal de Érmua. Y con estas escenas indelebles en mi memoria, y en la de millones de españoles, ¿me preguntan qué opino?

El propio candidato de los socialistas lo decía el mismo jueves del comunicado. “La historia la escriben las víctimas”. En consecuencia, cuando más de medio país, y los medios de comunicación, y la curia, y la madre que lo parió…tiran voladores por la noticia, pregunten ustedes a la esposa e hijos y a los padres de Juan Carlos Beiro cómo han recibido el puto comunicado de la innombrable. Y también a la familia de M.A. Blanco, y de Lluch, y a la cruelmente amputada Irene Villa… ¿En qué se diferencia el término “permanente” que han anunciado en enero, al término “definitivo” con el que ahora han encandilado a la tropa? Aunque todo el mundo lo celebra, eso da para mucha literatura periodística. Especulemos pues, que diría el vasco.

Duke no especula. Es un teórico. Estos fulanos -que se autodenominan patriotas o nacionalistas vascos, o como coño quieran llamarse- nunca han dicho una verdad en muchas décadas de extorsiones y viles asesinatos. ¿Qué nos hace pensar que en esta ocasión van en serio? porque, como siempre, han salido encapuchados y con su fatídico logotipo del hacha y la serpiente detrás de ellos. Se han puesto su car-ETA. No me lo creo, en serio. Y ojala me equivoque, algo que me alegraría. Todo lo dicho no supone que participe de ciertas opiniones como las del exministro Mayor Oreja que ha sugerido un contubernio con el gobierno actual por aquello de las elecciones que tenemos a un mes vista. Expresiones como esas me dan asco. Sinceramente. ¡Ah!, y eso de Fredy de “Les hemos quitado las armas, ahora les quitaremos los votos” está por ver. Dejemos los electoralismos a parte.

Un día salió de estas tierras de Asturias Juan Carlos Beiro Montes, para servir a los demás... (Homilía del, por entonces, Arzobispo, Carlos Osoro)

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