martes, 28 de junio de 2011

GOLFOS MUSICALES


Es éste un mundo cada vez más loco donde un tercio de la población se muere de hambre y unos pocos, a veces anónimos y otras no, se permiten lujos cuyo coste podría satisfacer las necesidades de cientos de miles de personas que penan por un puñado de arroz o un mendrugo de pan. Hace escasos días un comprador desconocido pagó en una subasta virtual la friolera de once millones de euros por un violín fabricado en 1721. Un stradivarius solo para coleccionistas muchimillonarios. El Lady Blunt, bautizado así en honor a una nieta de Lord Byron, fue un instrumento que pasó por un sinfín se manos como las del virtuoso Yehudi Menuhin y que llegó a estar desaparecido durante casi un siglo, abandonado entre los trastos de un ático. En perfecto estado de conservación y capaz de arrancar de sus cuerdas los más hermosos sonidos, después de infinitud de vicisitudes la Fundación Japonesa de la Música se ha desprendido de su joya más preciada en beneficio de los damnificados por el tsunami de Fukushima.

El millonario acontecimiento nos trae a la memoria un hecho real acaecido hace algunos años en un lugar de esta piel de toro repleta de pillos y golfos. Pongamos que sucedió en Pola del Tordillo, donde sucede lo más inverosímil que uno pueda imaginarse. Fue noticia en diversos medios de prensa.

Al bar del pueblo llegó un hombre con aspecto desaliñado que tras consumir un refresco solicitó al dueño del establecimiento que le vigilase su equipaje mientras hacía una visita a un conocido del lugar. Se trataba de una mochila y un violín. Descuide, yo lo vigilo. Y el bohemio se fue del bar prometiendo estar de regreso en dos o tres horas. Al poco entraron en el café dos señores de mediana edad, encorbatados. Daban sensación de ser ejecutivos, o algo así. Se sentaron y comenzaron a charlar distendidamente. En esto uno de ellos se dirigió al rincón donde estaba el equipaje del bohemio y tomando el violín entre sus manos exclamó: ¿Has visto Juan?, un Guarneri. ¿Nos permite, señor? -refiriéndose al dueño del local-. Tras un intercambio de palabras los señores quisieron comprar la pieza. ¿Cuánto pide usted por él?, dijeron al barman. Este les explicó que el violín no le pertenecía, que lo habían dejado allí en custodia y que no tardarían en volver a recogerlo. Los forasteros insistieron. Llegaron a ofrecer por el preciado instrumento un millón de pesetas y poco convencido el hombre rechazó la oferta. Le pidieron que lo pensara y quedaron en volver a por la respuesta y, en su caso, a abonarle la viruta. Algo más tarde volvió el desarrapado, recogió sus cosas, dio las gracias y estaba a punto de irse cuando el dueño del local le interpeló ofreciéndole doscientas mil por el violín. No puedo vendérselo, repuso. Es con lo que me gano la vida. Trescientas mil, remató el chigrero. De mala gana el hombre aceptó, cobró su dinero y se fue. Frotándose las manos, el barman había hecho el día.

Las ranas criaron pelo y el timado hostelero aún está esperando el regreso de los otros con el millón de pesetas. El instrumento no valía ni el precio de su madera.

Imágenes de Google

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