martes, 1 de septiembre de 2015

PRESUPUESTOS



Las cuentas para 2016



Imagínense que son propietarios de una casa ya amueblada que están a punto de poner en venta, y para la que hay un sinfín de compradores ciertos. Que antes de llevar la oferta a la inmobiliaria de turno establecen una carga sobre ella, condicionando su habitabilidad a los futuros dueños. Que les dejan estipulado cuánto han de ganar y cuánto de gastar para mantener el inmueble como ellos lo llevaban hasta el momento del cambio en la propiedad. ¿Aceptarían ustedes eso en el caso de que estuvieran decididos a adquirirla? Piensen en que, con toda certeza, les gustaría hacer alguna reforma. Cambiar el cuarto de baño, el salón, las cortinas, el parqué. O la casa entera. Sin embargo estando interesados tienen que pasar por ello, quieran o no. Pues esto es lo que ha acontecido en este país cuando el gobierno del Partido Popular elaboró los presupuestos del Estado para 2016 cuando, merced a las elecciones generales que están a punto de convocarse, a principios de año este país tendrá un nuevo gobierno que, aunque sea del mismo signo, habrá de cargar con esos presupuestos que acabarán por ser aprobados dada la mayoría absoluta de que disponen los populares. Curioso e inaudito. Nunca visto en las democracias occidentales.
Tampoco es habitual que se inicie el curso político en el mes de agosto, inhábil y vacacional a estos efectos. Pero como las normas están para ser obviadas cuando los que mandan así lo deciden, este martes hemos asistido al debate presupuestario que, sorprendentemente, más pareció un debate sobre el Estado de la Nación o una guerra de mítines electorales. Poco o nada se habló de presupuestos. De las partidas para educación y sanidad, y del real destino que piensan dar a los dineros públicos. En cambio sí hablaron de lo bien que lo hicieron en su mandato y de que son el único partido que puede salvar a España y, por el otro lado, de que son un gobierno sin norte que ha empobrecido el país y que, cuando ellos lleguen, derogarán la ley presupuestaria. En resumen, un debate en clave electoral para la historia. Montoro chuleándose con Sánchez y éste dirigiéndose siempre al presidente Rajoy que se regocijaba en su escaño del lamentable espectáculo que estaban dando los púgiles para luego al salir del hemiciclo dar al de Hacienda una palmadita en la espalda. Con este espectáculo empieza la campaña.

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