Dimas Quirós, In Memoriam
Cuando la persona es
tan cercana y tiene una palabra tan ágil y rica en matices se hace poco menos
que imposible intervenir, para dedicarse exclusivamente a escuchar y aprender.
Dimas Quirós, conversador por excelencia, “repartidor de bendiciones”, irónico,
malhablado cuando la ocasión lo requería, culto, conocido y apreciado en todo
el Valle, acaba de fallecer en Menorca, donde pasó los últimos meses de su vida
en compañía de los suyos. Lector empedernido, había empezado por los tebeos.
Hubo una temporada en que dejó de leer y un jefe que tuvo le dijo que era
porque veía mal: “tienes un rechazu físicu al libru, ya lu mires de lejos”.
Puso las gafas y empezó a leer otra vez, hasta hace un par de años que, me
dijo, ya no tenía la gracia de antes. Con veinticinco años le daba tiempo a
todo, fué trasnochador y tenía la cultura del día veinte: “Yo el día veinte
terminaba les perres y hasta que empezaba el mes tenía que ponerme a leer. La
última decena no había dios que la brincara y cuando ya había dado todos los
sablazos a mi madre, pasaba la noche leyendo. Un día leí dos novelas de
Wenceslao Fernández Florez seguidas”. Le
impactó mucho Pérez Galdós: “me empapé de todos sus Episodios Nacionales y la
idea de “Patria” que tuvo Perez Galdós es la mía. Algunos personajes como
Gabriel de Araceli y otros son como yo quisiera ser, son personajes que a mí me
idealizaron un poco”, decía. Viajó a América
en tres ocasiones. Conoció Méjico y Venezuela, y en el año sesenta recorrió
seis mil kilómetros por Europa, cuando no había autopistas ni nada que se le
pareciera. Italia, Suiza, Francia, Austria,... “Bueno, conocer no tanto,
pasamos por allí porque en mes y cinco días no dio para mucho más”.
El Genio. Como
decía con sorna, “a mí siempre me gustó el juegu floreáu. Yo tenía una tertulia
que era la de dios. Tenías que estar despierto, y el que no cazara aquello taba
jodíu, y eso agudizaba el ingenio. Había un conocido, muy de Sama, que decía a
la gente: “Joder, hablen unes coses más rares...”, y no eran cosas raras, lo
que pasa es que todo tenía doblez, había que interpretarlo con el diccionario
metafórico en la mano. Hay una cosa que yo oí al “Polesu” de Sama, un hombre
célebre, todo un personaje que encajaba todo muy bién. No sé con respecto a
qué, pero contaba una anécdota sobre aquellos ciegos de cuerda que cantaban por
los mercados, y estaba uno cantando lo de la guerra de Africa y decía que los
españoles habían capturado a mil moros y matado a trescientos en la batalla...,
y en esto una paisana se acercó a él y le dijo: “A cieguín, ¿y los moros no mataben
ni cogíen presos a nadie?”, y el ciego contestó: “sí, muyerina, pero eso
cántalo el cieguín de la otra esquina”. Y
la figura. Cuando la ministra Aído y aquello de “miembro y miembra”,
decía: “ye una tonta ilustrá, ¡qué cojones! Esto lo leí en algún sitio, no ye
cosa mía: El porcentaje de tontos, da lo mismo que sea en ingenieros de
caminos, que en bomberos, que en médicos o en ministros, y ye cosa de los
grandes números, ye del tres por ciento. Y ye el tres por ciento, sean quienes
sean, la estadística cúmplese siempre. La mala suerte sería que la china le
tocase a uno mismo. En cambio pensaba que “las mujeres de hoy tienen
independencia total, yo creo que esa fue la revolución de las revoluciones; ni
la francesa, ni la rusa, fue la de las mujeres. Y lo está siendo. Yo tengo fíes
independientes y hacen lo que yos da por los cojones, nun consulten a nadie.
Tan casáes, tienen una buena formación, pero no-í hacen casu a nadie. Yo eso no
lo llevo bien. Compréndolo, pero me jode”.
Éstos son algunos de
los pensamientos del amigo que se nos fue. Siempre y para todo tenía palique.
Algo que ganan los que están allí donde va. Daba gusto escucharle y fue un
verdadero placer ser su amigo. Duke también lo era, juntos dimos muchos paseos
y mantuvimos largas conversaciones. Su esposa y sus dos hijas saben que
sentimos profundamente su ausencia y que yo le recordaré mientras viva. ¡Hasta
siempre, maestro!
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