jueves, 11 de diciembre de 2014

METICHES


Imposturas y plagios

Que opinar es expresarse con toda libertad, y además gratis, es algo incuestionable. Claro está, siempre que se cumplan las mínimas normas de cortesía y respeto por los prójimos y, si me apuran, también las de ortografía cuando se hace por escrito, porque es que a algunos ni se les entiende. Pero de esto ya hemos hablado en algunas ocasiones. Lo que ocurre es que, en esto de la opinión, los hay que se mueven de un lado a otro sin percatarse de que no saben de lo que va la vaina. Recogen ideas de aquí y de allá y las plasman verbal o gráficamente sin pudor alguno. Es lo que ocurre con algunos de aquellos que navegan -y nunca mejor dicho- por las redes sociales y se entrometen en cualquier tema que llame su atención para, luego, dejar constancia de su docta sabiduría mediante una opinión fabricada por otro, o en otro medio. Total, entre tantos usuarios y tanto contenido, ¿quién se va a enterar? Y ocurre también con otros que, sin llegar a la opinión, van directamente a sentar cátedra. Maestros del pensamiento, de la composición poética, fotográfica y artística en general.
Raramente pasa un día sin que vea textos, presuntamente originales, que he leído en otras ocasiones, lugares y con otra autoría, pero que quien los pone en la red lo hace como propios sin citar para nada al autor primitivo. Y los hay tan osados que tienen la valentía de publicar. Eso sí, desfigurando paisajes o paisanajes para no dar mucho el cante. Acaban por acostumbrarse a hacerlo, pero sin embargo el impostor siempre es descubierto. Los tribunales están repletos de asuntos por violación de los derechos de autor, de demandas y denuncias por plagio. Porque estos meticones no se resisten a la tentación de dejar constancia de lo listos y guapos que son y del brillante futuro que les aguarda en el arte (de la impostura). Desconocen lo que significa la originalidad, la introspección y, en la mayoría de los casos, la correcta redacción de una idea determinada. Tienen que apropiarse de la de otros para ser el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro. Eso se lo oímos a la malograda Cecilia no hace muchos años en aquella hermosa canción “Un ramito de violetas”; que conste que no es de Duke. Y si algún metiche se da por aludido al respecto le recomiendo que recapacite y piense en los que van por el libro.


Marcelino M. González

No hay comentarios:

Publicar un comentario