Imposturas y plagios
Raramente pasa un día sin que vea textos,
presuntamente originales, que he leído en otras ocasiones, lugares y con otra
autoría, pero que quien los pone en la red lo hace como propios sin citar para
nada al autor primitivo. Y los hay tan osados que tienen la valentía de
publicar. Eso sí, desfigurando paisajes o paisanajes para no dar mucho el cante.
Acaban por acostumbrarse a hacerlo, pero sin embargo el impostor siempre es
descubierto. Los tribunales están repletos de asuntos por violación de los
derechos de autor, de demandas y denuncias por plagio. Porque estos meticones
no se resisten a la tentación de dejar constancia de lo listos y guapos que son
y del brillante futuro que les aguarda en el arte (de la impostura). Desconocen
lo que significa la originalidad, la introspección y, en la mayoría de los
casos, la correcta redacción de una idea determinada. Tienen que apropiarse de
la de otros para ser el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en
el entierro. Eso se lo oímos a la malograda Cecilia no hace muchos años en
aquella hermosa canción “Un ramito de violetas”; que conste que no es de Duke.
Y si algún metiche se da por aludido al respecto le recomiendo que recapacite y
piense en los que van por el libro.
Marcelino M. González
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