martes, 2 de diciembre de 2014

EL TRANSCURRIR




La pobreza en estas fechas



Es muy temprano. Aún no ha amanecido y estoy frente a la pantalla del ordenador distraído, pensando en lo que deparará el día y esta semana de diciembre que empieza. Y, sin apenas darme cuenta, veo en esa pantalla que en Sidney está lloviendo y una temperatura entre 21 y 27º, y que en Mumbai hay humo y un calor sofocante de 37º. Me llama la atención lo del humo y, al tiempo, me pregunto dónde diablos estará Mumbai. De inmediato voy al Google ese que lo sabe todo y, claro, se trata de Bombay en la India, lo que pasa es que, parece ser, que en hindi se lee así. Y, como por el humo se sabe dónde está el fuego, saco en conclusión que en esa megalópolis de pobreza y miles de castas, también la más baja de los intocables, algo se está quemando y muy posiblemente sean cientos de cadáveres. Alejo ese pensamiento y me pongo a escribivir esto que están leyendo. He dicho bien: “Escribivir”, vivir y escribir. Pero no logro olvidarme de ello. En el segundo país más habitado del mundo, que pronto será el primero, un porcentaje elevadísimo de la población ni vive ni escribe. Los intocables sólo transcurren por la vida, si se le puede llamar así, ejerciendo los trabajos más miserables y bajos de aquella sociedad como puede ser la recogida manual de los excrementos humanos en las letrinas públicas. Ahora que en occidente llega la Navidad, da mucho que pensar. Nacer mujer en la India es un castigo divino. Son proscritas dentro de sus castas, más cuanto más miserable sea la casta. Dentro de la que hablamos sólo un 8 % de mujeres saben leer y escribir. Todo ello en un país rico y emergente con un enorme futuro. Donde las grandes riquezas, los maharajás, los rajás y el templo de mármol construido por amor a una mujer. El Taj Mahal. Paradojas que tiene la vida.
Y ustedes pensarán en por qué les cuento todo esto que es sabido por muchos y cuando estamos en mundos tan lejanos y tan distintos. Pues, para ser sincero, pasa que hoy he dormido mal y me levanté trascendente y, al ver eso en la pantalla de mi ordenador, lo primero que pensé fue, a mí qué me importa que llueva en Sidney o que haya humo en Bombay. Pero, luego, reconsideré la cuestión y me di cuenta que ese humo alcanza a todo occidente. Lo mismo que ocurre con la miseria, la desnutrición y con tantas otras lacras. Mientras, transcurrimos.

Marcelino M. González

No hay comentarios:

Publicar un comentario