Pues eso:
No es
Duke el personaje adecuado para decir a nuestras autoridades
municipales y a los técnicos del Ayuntamiento de Langreo cuáles son
sus competencias, sus obligaciones y cómo han de desempeñarlas. En
cambio, sí creemos que pudiéramos ser alguien de los muchos
indicados para informar y denunciar el ruinoso y lamentable estado de
uno de los inmuebles más grades en superficie, antiguos y señeros
del casco urbano de Sama. Se trata de dos edificios contiguos en la
calle Constitución, esquina con Fernández Rebollos, donde tuvieron
su emplazamiento varios negocios muy conocidos a través de la
historia local, todos ellos ya cerrados hace muchos años, al igual
que las viviendas de sus distintas plantas. Ningún comercio y ningún
inquilino. Sólo habitan en él las palomas, los murciélagos y las
ratas. Con unos cincuenta metros lineales de fachada a las dos calles
y alguno más a lo largo del patio, que fue, del café Toniher (hoy
tomado por la vegetación), estamos hablando de lo que podría ser un
solar de unos dos mil metros cuadrados, justo a la entrada de la
población, donde podrían habilitarse un buen número de plazas de
aparcamiento de las que estamos tan necesitados. Para ello, como
resulta palmario y evidente, habría que proceder a la demolición,
limpieza y desescombro del edificio, que resulta una pésima y
horrible imagen para nuestra ciudad. Si sus actuales propietarios no
pudieran afrontar el coste que ello supondría, el propio solar
resultante sería garantía suficiente para ello. Urge, por tanto, su
declaración de ruina y consiguiente demolición. Porque la historia
es terca y tiende a repetirse cuando no aprendemos de ella. Y en Sama
la tenemos muy reciente. ¿O es que no recuerdan los casos de la
Plaza de Abastos y del Teatro de Langreo? No queremos ni pensar que
algo similar pueda suceder en estos dos edificios. Que una pequeña o
gran nevada termine por provocar el desplome de la techumbre, ya de
por sí bastante maltrecha, con el riesgo para bienes y personas en
un lugar de abundante tránsito frente a las paradas de todo los
trasportes de viajeros que nos comunican con el resto de la región.
Es la
advertencia de un gran riesgo. Cierto y posible. La manera de
evitarlo la tienen nuestros representantes políticos a quiénes,
desde muy cerca (porque lo tenemos a la vista de continuo), pedimos
que no lo dejen en el olvido y tomen cartas en el asunto.
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