miércoles, 3 de agosto de 2016

FÍOS DE TORREMOLINOS



Un viaje de juventud



Lo teníamos preparado desde hacía varias semanas. En los estertores de la dictadura oir hablar de Torremolinos era lo mismo que si nos mentasen el mismo Hollywood. Aquel pequeño pueblo marinero al lado de Málaga se había convertido en la meca del turismo, de las suecas y el ligue por obra de la incipiente construcción hostelera y, sobre todo, por la de los novelistas Dominique Lapierre y Larry Collins. Tantas prisas teníamos en convertirnos en los nuevos hijos de la Villa que no pudimos resistir un largo y tedioso viaje en tren o autocar y para allá nos fuimos desde Ranón vía Sevilla y en una vieja avioneta correo de doce plazas hasta el aeropuerto malagueño. Pensábamos que aquello nunca lograría tomar tierra, pero aterrizó suavemente en la pista de la Costa del Sol donde nos recibió la canícula del verano andaluz. Durante tres días vagamos como parias entre gentes de toda extracción, bohemios casi todos, y sin comernos una rosquilla, medio desesperados y ahogados de calor, ya nos planteábamos el regreso hasta que una noche Cupido vino en nuestra ayuda en una discoteca del lugar donde celebraban el cumpleaños de una guapa francesita. Nos invitaron, entramos triunfales en el grupo y, por fin, aquel día ligamos comme il faut: “Ahora se van a enterar de lo que haz un veraneante asturianu”. Y, en justa correspondencia devolvimos la invitación a nuestras dos anfitrionas para la tarde siguiente en nuestro apartamento. Ante la nueva aventura, limpiamos todo, perfumamos los dormitorios y dispusimos un ágape digno de una diosa a base de aceitunas, patatas fritas y conservas variadas. El instante se presentaba glorioso cuando tocó el timbre y, tras la puerta, aparecieron las dos damiselas acompañadas del harén al completo, como buenos argelinos que eran: padres, primos sobrinos y demás familia. Excuso decir que nos quedamos desabastecidos y “desilusionados”. Luego llegó el resto, la playa, más calor y el regreso en un tren de madera que tardó día en medio en llegar.

Marcelino M. González



No hay comentarios:

Publicar un comentario