domingo, 21 de junio de 2015

SIETE AÑOS



Recordando a un amigo perdido
 
Jose y yo en abril de 1978. Puerto de Pajares. Volviendo de Ibiza
Decía Cela que “La muerte es una amarga pirueta de la que no guardan recuerdo, sino los vivos”, y yo, que aún lo estoy, guardo un sitio para el de mi querido amigo, José Piris, un sitio privilegiado donde solo pueden entrar los buenos recuerdos y, aunque algunos crean que quienes viven de ellos arrastran una muerte interminable, estoy convencido de que éstos que yo atesoro me empujan y me enseñan a vivir, porque las cosas que no se convierten en recuerdo, no fueron ni jamás existieron. Algo así le dije cuando se cumplía su primer aniversario, hoy hace siete años. Y es que, a punto de despertar, esta mañana su imagen vino a mi memoria como si él mismo fuera el encargado de recordarme que aún vivía en ella. Ya tomando café y frente a esta máquina infernal en la que doy a la tecla me di cuenta de que hoy se cumplen siete años de su marcha. Trescientas setenta y una semanas, con sus días y sus noches.
Busqué en mi baúl y lo primero que hallé fue un viaje que hicimos juntos a Sitges, vía Gandía, con paso por Játiva. En la ciudad de la huerta valenciana aguardaban nuestra llegada tres amigos de aquí. Aquella tarde se jugaba el partido de vuelta de la UEFA entre el Sporting y el Torino y queríamos verlo juntos los cinco. Pero Jose y yo nos perdimos en Játiva. Entre direcciones obligatorias y prohibidas nos metimos en un bucle que nos hizo dar vueltas en la misma zona hasta que, por fín, dimos con la salida y pudimos llegar a Gandía a tiempo de ver el partido que acabó en victoria celebrada a lo grande en las salas de ocio de la ciudad. Glorioso día. Luego caeríamos ante el Estrella Roja de Prosineski, o como se diga. Terminábamos de examinarnos de sendas asignaturas que habíamos dejado para septiembre: Mercantil, la mía y Estadística, la suya, y llegamos a Sitges bajo una tormenta espectacular. Se había ido la luz y cuando, ya en el hotel, llamamos a nuestros respectivos domicilios para interesarnos por nuestras notas recibimos dos suspensos por contestación, noticia que se sumó a la incipiente depresión que se había apoderado de ambos al constatar la tristeza que reinaba en un pueblo donde sólo esperábamos encontrar ambiente y diversión, de manera que, llegados de nuevo al hotel, decidimos volver a Gandía. Así lo hicimos al día siguiente bien temprano. Y allí disfrutamos durante ochos días de uno de nuestros muchos viajes juntos, quizás del mejor. Hoy que su Sporting ha regresado a primera división, en su aniversario  le recuerdo en la frescura de nuestros años de juventud.

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