sábado, 27 de junio de 2015

ALGÚN PERO



 Tras una noche gloriosa

Después de una noche con los compañeros en una de esas celebraciones anuales el mi amigu Luisinacio llega a casa un poco perjudicado justo cuando el hijo mayor, vestido de chándal, sale a correr por la ciudad. Siete y media de la mañana. Amanece. Se encuentran en el portal y, oliendo los efluvios del Bacardí que tanto gusta a su padre, el hijo le dice: “Buenos días, Papá. ¡Vienes guapu!”. “Pues verás como tu madre pon algún pero”, le contestó titubeante. Sigilosamente entró en su casa y tras unas maniobras mingitorias y orquestales se metió en la cama cuidando de no despertar a la santa. Antes de taparse ya estaba plácidamente dormido. Pasaron cerca de tres horas cuando oye subir bruscamente la persiana del dormitorio y a Maripuri, su esposa, que le dice que Boby está malo y hay que llevarle al veterinario. “Vomitó en el hall y, desde que tú llegaste, no hizo más que tirar pedos como restallones”. Así que levántate ya, remató. Y el pobre de Luisinacio, rezongante, aparta las sábanas para salirse de la cama. ¡Pero bueno, esta ye muy gorda!, ¿acostástete vestíu?, dice su esposa. Al menos podíes haber quitáo los zapatos. Y él, con cara de pijo, se mira de abajo hasta donde puede y no sabe qué decir. O sea que el de la pota y los pedos no era el perro, dice ella. Ya me parecía a mí. Venga anda, vete a duchate, pon el pijama y vuelve pa la cama que te la hago y luego llévote una manzanilla. Después duérmesla hasta el añu que vien, cuando te toque otra cena de empresa con los tus colegas. Golfos, que sois unos golfos. A saber por ónde anduvistéis anoche.
Sin rechistar, Luisinacio se mete en la ducha y piensa para sus mismos adentros: “Hostia, tién razón Maripuri, ¿ónde estuve anoche?, ¿cómo y a qué hora llegué a casa?...” Enseguida descubrió el cómo porque la cabeza le estallaba y veía el teléfono de la ducha repetido. A duras penas salió del plato y a duras penas se secó. Tuvo que sentarse dado que no aguantaba sólo sobre un pie para secar el otro. En estas recordó que había quedado para tomar vermú y decidió que no volvería a acostarse. Se vistió y se presentó tambaleante en la cocina. “No me acuesto, cariño. Ya estoy bien. Marcho, que quedé con Pepejosé pa hacer unes gestiones”. “¿Gestiones, hoy domingo? Vale, como quieras, pero como vuelvas a casa como anoche, fartucu de beber, vas a echate con Boby. Y tires-í los peos a él. ¡Borrachuzu!”.

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