domingo, 14 de junio de 2015

PÁLPITO



Los pactos del odio

Ya saben ustedes que cuando uno es incapaz de conciliar el sueño la noche resulta ser muy mala consejera. Se le aparecen todos los demonios que uno lleva dentro y cuando, en ocasiones, nos quedamos un poco traspuestos soñamos, aunque al levantarnos no nos acordemos de nada y sólo seamos conscientes de que hemos pasado una mala noche. Pues resulta que esta mañana he despertado con muy mal talante después de una noche en que se me aparecieron todos los políticos (ellos y ellas) que estos días han negociado el incierto futuro de municipios y autonomías, con la diversidad de pactos que todos conocéis. Recordaba todo ello y me levanté odiando a todo el mundo. La Rubia aparte. Con un extraño pálpito, como si a lo largo del día fuera a suceder algo malo, que me fuera a pillar un mercancías o Duke me abandonara por otro columnista de mejor pluma que la mía. Funestos presentimientos, malos presagios. Una preocupación muy preocupante.
A medida que la mañana transcurría y me puse a darle a la tecla las cuatro pes se fueron diluyendo hasta desaparecer casi por completo. Pálpito, presentimientos, presagios y preocupación. PP, Psoe y Podemos. “Que se operen”, pensé. Escribir es una buena terapia para ahuyentar los fantasmas de la noche, y los del día, que también los hay a puñáos. En esto tiene toda la razón mi amigo Ricardo Montoto. En estas estaba cuando recordé que los populares de San Martín del Rey Aurelio buscaban pactos con IU y Podemos para desalojar a los socialistas del poder municipal. “Cosas veredes, amigo Sancho”. Y me dio un vuelco todo el sistema vascular circulatorio y peatonal. Desde la punta del pie izquierdo, y la del derecho, hasta el último de los pocos pelos que me quedan en la quijotera, pasando por la patata que hay detrás del esternón. ¡Mamina, qué sustu llevé! Volvieron a rondarme las cuatro pes de la noche, con las caras y los caras de todos. Y regresó también la sensación de odio con la que me había levantado. La Rubia aparte. El hartazgo de comprobar que, aún sin haber empezado a gobernar, aquello que todos habían abogado “por el cambio” sólo se refería al inquilino o inquilina del sillón, de la poltrona y el bastón del poder. Frontismo puro y duro. Todos los que estuvieron en la oposición contra quienes ocuparon el poder. Las siglas y las ideas son lo de menos. Lo que importa es el ruque.

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