domingo, 2 de noviembre de 2014

SUCESIONES



 Un país de herederos

Al paso que vamos va a resultar que en este bendito país todos, o casi todos, los políticos, sindicalistas, funcionarios y empresarios se estuvieron haciendo ricos gracias a herencias olvidadas que habían recibido de sus ancestros que, en su día, malvivieron trabajando como negros sirviendo comidas y bebidas o jugándose la piel en cualquier recóndito lugar de la geografía patria. En estos últimos días han aparecido cincuenta y un nuevos herederos, y da la casualidad que todos son, o fueron, presidentes o consejeros de algo, funcionarios  o sindicaleros de ese algo o vaya usted a saber. Este país tiene una riqueza sistémica gracias a testamentos ocultos que, de repente, salen a la luz, que hemos dicho el otro día, como las setas. Creemos que ya está suficientemente claro el por qué todo dios quiere entrar en política y nadie quiere salir de ella. Porque es la manera de recibir una sustanciosa herencia de un padre que tenía una bicicleta negra, una madre que los domingos iba a la iglesia en zuecos o un tío lejano que estaba en la Conchinchina y tenía un rebaño de ovejas. Son sucesiones inagotables de herencias a las que estamos, y seguiremos, asistiendo hasta que alguien diga ¡basta ya!, aquí ya no hereda nadie más.
Tendrá que llegar el momento en que las gentes se rebelen contra tantos herederos insospechados y contra los notarios que han hecho posible esas fortunas que circulan de causante a heredero. Sobre todo contra estos últimos. Contra el sistema que hace posible este latrocinio, que posibilita este saqueo de las arcas públicas y este abusivo engaño de la ciudadanía y de las mayorías silenciosas. Por lo pronto parece que alguien da el primer paso, y así más de doscientos miembros de CC.OO. piden la cabeza de su líder, Fernández Toxo. ¿Por qué será? Llegará el momento en que otro tanto sucederá en el seno de otras organizaciones de herederos. En otros sindicatos, en los propios partidos y en las organizaciones empresariales. Pero lo españoles esperan con ansiedad el momento en que esas cabezas caigan, sean de quienes sean. De pura podredumbre. Si, además de los propios herederos, el sistema es el culpable de la corrupción generalizada a que asistimos, cambiemos el sistema. Lo hemos dicho aquí, y aquí lo repetimos: La Transición hace tiempo que ha llegado a su fin. Pongamos también fin a la canalla.

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