Una mañana de hace dos semanas me levanté con un dolor de cabeza insoportable. Me molestaba el mínimo ruido. Tomé un par de analgésicos y como si nada. Así estuve hasta que, a medio día, decidí ir a ver a mi médico de cabecera. El médico de cabecera es ése que ausculta, toma la tensión y las pulsaciones, te manda abrir la boca, sacar la lengua y decir “aaaa…” mientras te introduce el palo de un polo en la boca, para al final darte unos papeles para que te saquen la sangre y volver en una semana a saber los resultados. En fin, no es que sea el médico de la cabeza –no se confundan-, sino que es ése que, diez días después de que fuiste a consultarle, cuando ve las analíticas te dice que tienes altos los triglicéridos, las transaminasas, el colesterol, el ácido úrico, el desoxirribonucléico y la madre que lo parió. Que tienes que hacer ejercicio, ponerte a dieta de tó, dejar de fumar y de beber, y volver dentro de seis meses. Ési ye el médicu de cabecera, oiga. Total, que eso fue lo que me pasó a mí: miróme, dióme los papeles esos pa sacar la sangre y mandóme volver la próxima semana. ¿Y del dolor de cabeza qué?, le pregunté. Ya le pasará, tome aspirina y procure no alterarse. Eso va a ser estrés, me contestó. Con cara de pijo, le pregunto si eso va a verlo en la analítica. Usted hágala y ya hablaremos, sentenció.
Así lo hice y cuando, después de unos días, volví a consulta, mientras el doctor buscaba los resultados me preguntó por el dolor de cabeza. Ni me acordaba de él. Pasó en el día, le dije. Bueno, pues esto está todo bien. Tiene algo alto el azúcar, pero bien. Procure comer menos dulces. ¿Y el estrés?, le pregunto. Eso no es nada, lo que pasa es que usted piensa demasiado. Le sigo en La Nueva España. Tiene que darle muchas vueltas a la cabeza para llegar a las conclusiones que llega. Después le duele, claro. Ese Duke va a acabar con usted. De manera que relájese, salga más a pasear y piense menos. El tío me espetó todo eso sin anestesia. Pero doctor, si yo cuando paseo es cuando pienso, y escribiendo me relajo… Nada, el ejercicio es bueno para la salud física y mental. Por cierto, ¿cómo no escribe un día sobre lo de las jubilaciones forzadas…? y bla, bla, bla… Me tuvo allí más de media hora contándome sus problemas y los de sus colegas de profesión. De nuevo, comenzó a dolerme la cabeza.
Fue en ese preciso instante cuando me di cuenta de que mis eventuales jaquecas provenían de soportar las palizas de ciertos personajes que de vez en cuando te dan un mitin, y de que Duke no tiene nada que ver con mis dolores. Y así es, no tengo nada que ver con el estrés. Lo que pasa es que, en ocasiones, uno tiene que escuchar pacientemente peroratas y milongas interminables que ni te van ni te vienen -es más, no te importan un carajo- , que si el reuma, la hija y el yerno, que si la hipoteca, que si ZP y RJ, las pensiones la caleya del pueblu y la música en Pravia, y todo eso lo aguantas por cortesía hacia el conferenciante que, dicho sea de paso, no tiene la misma reciprocidad para contigo. Después alguno te dice que a lo mejor te está aburriendo. Y tú contestas, que va, sigue, sigue…, estoy interesadísimo en saber cómo termina lo tuyo con el Ayuntamiento, cuando tienes a alguien esperándote o lo que quieres es estar solo con Duke y pasar de historias para no dormir.
Es por eso que prefiero contar mis cosas por escrito, porque quienes me leen no lo hacen por cortesía. Si llega un momento en que les doy la vara, pasan página y se ponen a leer a Millás -que, además de tener el Planeta, ye como más cool (que diz la Lomana)-, y punto pelota. Por ello estoy convencido de que Duke no provoca dolores de cabeza a nadie. Salvo a mí, según la prescripción facultativa de mi querido “doctor Mateo” que, todavía ayer, me llamó por teléfono para recordarme lo del artículo de marras. ¡No te jode, con los médicos de cabecera estos! Ya sabes, Falo.
Así lo hice y cuando, después de unos días, volví a consulta, mientras el doctor buscaba los resultados me preguntó por el dolor de cabeza. Ni me acordaba de él. Pasó en el día, le dije. Bueno, pues esto está todo bien. Tiene algo alto el azúcar, pero bien. Procure comer menos dulces. ¿Y el estrés?, le pregunto. Eso no es nada, lo que pasa es que usted piensa demasiado. Le sigo en La Nueva España. Tiene que darle muchas vueltas a la cabeza para llegar a las conclusiones que llega. Después le duele, claro. Ese Duke va a acabar con usted. De manera que relájese, salga más a pasear y piense menos. El tío me espetó todo eso sin anestesia. Pero doctor, si yo cuando paseo es cuando pienso, y escribiendo me relajo… Nada, el ejercicio es bueno para la salud física y mental. Por cierto, ¿cómo no escribe un día sobre lo de las jubilaciones forzadas…? y bla, bla, bla… Me tuvo allí más de media hora contándome sus problemas y los de sus colegas de profesión. De nuevo, comenzó a dolerme la cabeza.
Fue en ese preciso instante cuando me di cuenta de que mis eventuales jaquecas provenían de soportar las palizas de ciertos personajes que de vez en cuando te dan un mitin, y de que Duke no tiene nada que ver con mis dolores. Y así es, no tengo nada que ver con el estrés. Lo que pasa es que, en ocasiones, uno tiene que escuchar pacientemente peroratas y milongas interminables que ni te van ni te vienen -es más, no te importan un carajo- , que si el reuma, la hija y el yerno, que si la hipoteca, que si ZP y RJ, las pensiones la caleya del pueblu y la música en Pravia, y todo eso lo aguantas por cortesía hacia el conferenciante que, dicho sea de paso, no tiene la misma reciprocidad para contigo. Después alguno te dice que a lo mejor te está aburriendo. Y tú contestas, que va, sigue, sigue…, estoy interesadísimo en saber cómo termina lo tuyo con el Ayuntamiento, cuando tienes a alguien esperándote o lo que quieres es estar solo con Duke y pasar de historias para no dormir.
Es por eso que prefiero contar mis cosas por escrito, porque quienes me leen no lo hacen por cortesía. Si llega un momento en que les doy la vara, pasan página y se ponen a leer a Millás -que, además de tener el Planeta, ye como más cool (que diz la Lomana)-, y punto pelota. Por ello estoy convencido de que Duke no provoca dolores de cabeza a nadie. Salvo a mí, según la prescripción facultativa de mi querido “doctor Mateo” que, todavía ayer, me llamó por teléfono para recordarme lo del artículo de marras. ¡No te jode, con los médicos de cabecera estos! Ya sabes, Falo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario