lunes, 10 de julio de 2017

EL SAINETE CATALÁN



Las idas y vueltas de los soberanistas.

Dice la portavoz del Gobern, Neus Munté que el compromiso sobre la celebración del referéndum independentista sigue “intacto”, ante la afirmación de los socialistas catalanes de que el declarar desierto el concurso para la adquisición de las urnas necesarias para el evento del primero de octubre no es más que un pretexto para no convocarlo dado que, con toda seguridad, no llegará a celebrarse. Parece ser que en toda Cataluña no hay ni un solo fabricante de urnas especiales para consultas independentistas ilegales, no se si me explico. Mira tú si no habrá industrias de metacrilatos o asimilados que puedan ensamblar seis paneles y colocar una ranura en uno de ellos hasta hacer una caja que puede costar 20 ó 30 euros para, al final, vender decenas de miles a la Generalitat, que si lo calculan puede resultar un pastón nada desdeñable.
Sabiendo como miran los catalanes por la pela resulta verdaderamente extraño que nadie haya acudido al concurso. Otra cosa es que los de Puigdemont hayan hecho alguna especificación irrealizable, o que en cada urna estuviera impresa la señera o que las hubieran encargado con doble fondo en el que ya estarían incluidas las papeletas confirmatorias de las pretensiones soberanistas. Esto es el sí a la pregunta: “¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente en forma de república?”.  Pero al margen de que los eventuales fabricantes de urnas legales para elecciones y referéndums legales hayan obviado la convocatoria por temor a tener que pasar por las responsabilidades penales a que hubiera lugar, lo cierto es que el Gobern no dispone por lo pronto del receptáculo imprescindible para el fin que persiguen y presentimos que van a tenerlo muy difícil, a no ser que se lo encarguen a los chinos o requisen de todos los contribuyentes los cerditos donde guardan sus ahorros. Sería una gochada de consulta, pero muy fashion.

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Tras el vergonzoso fracaso del concurso para la adquisición de urnas, el gobierno de Puigdemont ha inventado una Ley de Referéndum que aún no es norma, ni jurídica ni leches. Es un texto que pretenden aprobar por la vía de urgencia en el último momento, de manera que el gobierno central disponga del menor tiempo posible para reaccionar y, de esta forma, hacer posible el acto de la consulta con o sin urnas, y con o sin viruta porque les han quitado la necesaria para llevarla a cabo. Y han tenido el morro y la osadía de presentar la pseudonorma en el Teatro Nacional de Cataluña, como si se tratara de un sainete cualquiera. La ruleta sigue girando y el gobierno central se pone de perfil, como afirman algunos, a verlas pasar. Los mismos que afirman que debería de iniciarse un proceso de diálogo para evitar el choque de trenes y que tenga que aplicarse el artículo 155 de nuestra Carta Magna. Pero las cartas están echadas y nosotros tenemos la seguridad de que se producirá ese choque, dado que con el periodo vacacional de por medio no resta tiempo para nada, sólo para huir hacia adelante por un lado, y permanecer a la espera por el otro.
Queda por ver quienes serán los valientes que firmen el documento que deroga el estado español y todas sus leyes, incluida la suprema, como también estamos en espera de qué es lo que harán los funcionarios (secretarios, Mosos D’Escuadra y todos los que tengan que intervenir en la ilegal consulta), y también la disposición de los ciudadanos que sean llamados a mesa. Aunque, en realidad, estamos seguros de que quedaremos sin conocer todo eso, salvo la firma de la que llaman Ley de Referéndum, porque en ese mismo momento se pondrá en marcha la maquinaria del Estado -día D, hora H-, el Constitucional anulará la norma de forma inmediata y en ese instante se producirá el descarrile del independentismo. Ni urnas, ni euros, ni colegios electorales. Intervención del Estado y fin de trayecto.      

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