Las obras que sobran.
Hace días que, desde sede consistorial, nos han anunciado el
traslado a Riaño de las dos pistas de pádel ubicadas en la parte alta del
Parque Dorado, instalaciones deportivas construidas hace menos de diez años en
mandato de la que fue alcaldesa, Esther Díaz. Ha pasado más de un año sin que
en las canchas se vea la más mínima actividad del deporte para el que fueron
ideadas y construidas en el lugar, sin embargo sí se ven niños jugando al balón
o en otras actividades ajenas al pádel, luego desde ese punto de vista nos
parece bien que las canchas se dediquen a otro menester. Lo que no nos parece
tan bien es que, en su tiempo, se haya restado espacio verde a nuestro hermoso
parque para meter hormigón y más hormigón, privando a los árboles del oxígeno
necesario para crecer y sobrevivir. Lo mismo que han hecho con el adyacente
campo de minigolf, quitar pradería y vallar un espacio considerable de terreno
que en la actualidad está inutilizado.
Cierto es que son loables todas las iniciativas políticas
para que la gente practique deporte, pero para ello es necesario elegir bien el
lugar y, sobre todo, saber si existe un número aceptable de ciudadanos que
estén dispuestos a practicarlo. Porque en el caso que nos ocupa (pádel y
minigolf) es lo mismo que poner un puesto de estufas en el Sahara o uno de
Helados en el Cabo Norte. De aquélla veíamos por todos lados enormes carteles
que anunciaban tal o cual construcción de este tipo con cargo a los famosos
Fondos A, o B del Gobierno Zapatero de los que unos se hicieron y otros
quedaron a medias como fue el caso del Puente de la Maquinilla que, por sus
colores pastel, Duke dio en llamar “El Puente de la Señorita Pepis”. Ahora
queda por saber si en Riaño hay aficionados suficientes para que las canchas
sean utilizadas y, por tanto, rentables a la inversión que se realice porque,
créanme, hablan de traslado pero no van a llevarlas en camión.
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