domingo, 27 de noviembre de 2016

Y LLOVÍA, LLOVÍA...



Llega el agua.

Después de un largo veroño de sol y suaves temperaturas se puso frío de repente y comenzó a llover. Alguien decía a esos que siempre claman por el agua que, tratándose de Asturias, no parará hasta julio o agosto, y puede que tenga razón. El tiempo lo dirá. El caso es que hace dos días cuando ya había oscurecido llovía a mares y decidí guarecerme en un bar y tomar un vino caliente de esos que reconfortan, te escalecen los pies y te animan el espíritu. En el lugar había cinco o seis parroquianos y en el paragüero, donde deposité mi aguaspara, tan sólo tres umbrellas, lo que denotaba que dos de ellos no habían sido precavidos. Después de quince minutos, cuando ya había tomado mi elixir de vida, me dispuse a marchar cuando, ¡maldición!, compruebo que falta mi paraguas. Alguno de los que quedan tienen la empuñadura parecida a la del mío, pero ni por asomo su calidad y elegancia. “”El mío es de alto standing, un paraplí del 86, Gran Reserva”, comento a la camarera que me pregunta cómo es. “Querrás decir “era”, porque aquí sólo queda el sitio”. Llovía igual que cuando entré, así que le dije que volvería al día siguiente por si el usurpador lo restituía, y me fui contrariado bajo mi sombrero que pagó las consecuencias del mangue.
Volví al día siguiente, que llovía aún más si cabe, esta vez provisto de uno del año, de infantería y desvarillado, y pregunté por el Reserva. No sólo no había aparecido sino que, después de irme, habían faltado otros dos. ¡Cuatreros bastardos!, musité para mis adentros. Cavilaba para qué querría un tío tres paraguas con solera. ¿Será para colección? Pues para Navidad  hay una feria de coleccionismo donde se expondrán las cosas más raras que imaginarte puedas. Pasaré por allí y como vea mi querido paraguas en algún stand que el fulano se prepare. Se lo voy a introducir por el tubo de escape y luego abrirlo dentro del motor para que no se le gripe. ¡Robaparagües!

No hay comentarios:

Publicar un comentario