Un manitas
El mi amigu Rafa tién anécdotes pa escribir un Quijote a la
langreana. Ya os conté más de una en estes mismes págines, y son toes tan escatólogiques
como la que os cuento hoy. Vilu haz poco y tenía les manos toes peláes y con
algún’angüeña que otra. “¿Pusísteles a calentar en la chapa la cocina como les
castañes, Rafa?”, le pregunté. Y me lo contó: “Calla, calla. Resulta que ayer
tenía que ir a un recáo con el coche la fía y, como no arrancaba, arrimé el
míu, abrí los capós y saqué les pinzes. Positivo con positivo, negativo con
ídem, y tal. Y cuando taba to conectáo, los cables pegaron un chispazu y
aquello empezó a arder la de su madre. ¿Tú sabes el sustu que llevé?, y como no
tenía na a mano pa apágalo usé eso, les dos manos. Apaguelu y esti ye el
resultáo. Poco más y salgo en LA NUEVA ESPAÑA: “Se incendia una manzana entera
en el centro de Sama”. Paselo muy mal, amigu”, me explicó con pelos y señales.
Y yo descojonándome, y con cara pijo.
Y ye que Rafa ye muy apañáu pa les coses de la mecánica del
automóvil. Cuando era un chaval y venía a cortejar a Sama en un cuatro latas
que tenía, un día después de dejar a la futura en casa y antes de ir pa Oviedo
fue a tomar algo a Ciañu y dejó el buga aparcáu delante del bar. Tomó el
corrosivo y al salir encontrose con que el 4L no-í arrancaba. Abrió el capó y,
con vista de lince, enseguida se dio cuenta de que faltaban los cables de las
bujías. El último tren a Oviedo ya había salido y tenía que poner remedio al
estropiciu porque si no a ver en qué iba a trabajar al día siguiente. De manera
que entró de nuevo en el bar y preguntó al chigreru si tenía “alambre de
fardu”. El susodicho sacó un rollo con el que Rafa amañó la solución y pudo
irse a casa. Al día siguiente un compañero de trabajo le preguntó qué hacía
allí el 4L. Él mismo se descubrió: había pasado por Ciañu, conoció el coche de
Rafa y le sacó los cables. Una broma de mal gusto. “Vino en tren, compañeru.
Los mecánicos tenemos solución pa todo”. Y manos…
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