El impuesto de sucesiones
Para esto no somos europeos, o lo somos poco. Esta es la
igualdad entre los españoles que proclama la nuestra Constitución y también una
de las muchas consecuencias que ha traído consigo el traspaso de competencias
del Estado central a cada una de las diecisiete autonomías en materia
tributaria. Que cada una de ellas legisla según su antojo y necesidades de
tesorería. Nos referimos al impuesto de Donaciones y Sucesiones que en Asturias
es el más elevado del país. Y la ciudadanía clama por su eliminación, como ha
ocurrido en algunas comunidades -por cierto, gobernadas por los populares-, o
la reducción del tipo impositivo que, en nuestro caso, alcanza más del 80 %
cuando hay una masa hereditaria importante y quien está llamado a suceder es un
pariente lejano, de manera que muchos asturianos se vean obligados a renunciar
a sus derechos hereditarios porque carecen de medios para afrontar el impuesto.
Una verdadera barbaridad y un auténtico atraco legal.
La presión de la calle, con más de cien mil firmas cosechadas
protestando por tal dislate, ha hecho que el partido gobernante haya asegurado
en estos últimos días que procederán a la revisión a la baja del tipo, pero
mucho nos tememos que el descontento seguirá en pie. Para más inri el portavoz
de IU ha manifestado que este impuesto ya existía en Egipto hace más de dos mil
años. Igual que las pirámides. ¿Y qué?, don Gaspar. Mejor nos comparaba usted
con países de nuestra cultura y entorno porque, en definitiva, que una persona
haya trabajado toda su vida como un negro para hacer un capital, grande o
pequeño, y que a su muerte vaya a parar a las arcas públicas, en todo o en
parte, y dejar a su familia privada de disfrutar del producto de los sudores
del causante, es un atropello que hasta el Tribunal Europeo ha declarado
ilegal. Urge su eliminación. Al igual que urge que ustedes se pongan a ello de
una vez y dejen de marear la perdiz. Digan menos y hagan más.
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