martes, 23 de abril de 2013

INFUNDIOS


 Cuando circulan los rumores
Acontece muchas veces que una invención de alguien ocioso, un rumor callejero que no se sabe de dónde procede, o una simple mala interpretación (e incluso una interpretación mal intencionada -que no es lo mismo-) convierten algo inexistente o infundado en una verdad incuestionable. No hace mucho nos sucedió a nosotros. Paseábamos por las inmediaciones del Ayuntamiento de aquí pensando en nuestras cosas cuando nos tropezamos con un matrimonio conocido que, a su vez, paseaba a su “dukesa”. Él que, dicho sea de paso, es muy hablador (de los que no se callan ni bajo el agua), sin dar tiempo al saludo de rigor, me espeta: “Joder, Marce…, ¿por qué no escribes sobre esto que pasa aquí? Esti reló (refiriéndose al de la Casa Consistorial) ya haz dos meses que no funciona”. Desconocedor del problema miro hacia arriba sorprendido y efectivamente compruebo que el reloj está parado en las ocho menos cuarto, no se si de la mañana o de la tarde. Le interrogo con la mirada: “Los vecinos, que protesten y tuvieron que paralu”, me responde. Home, no me jodas, después de doscientos o trescientos años, ¿moléstayos ahora?, ¡bah! no fastidies, amigu…, tará estropeáu. “Que no, dígotelo yo… Ya me lo dijo un montón de gente. Metieron un escrito en el Ayuntamientu y tuvieron que paralu porque daba más decibelios de la cuenta…”, me replica convencido. “Tienes que ponelos a parir. Mi güelu tuvo cuidando esti reló más de cincuenta años y nunca pasó esto. Cagon tó”. Le hago una foto al reloj y nos despedimos. Yo lo hago sin dar importancia al asunto y sin intención de escribir nada al respecto, porque pasa lo de siempre, que mucha gente se cree que nosotros, los que escribimos aquí, somos los voceros oficiales de reino y estamos para dar pábulo a todo lo que nos digan que alguien les contó que fulanito oyó de menganito que citanito había oído aquello y lo de más allá, que todas sus cosas son dignas de escribirse en prensa y que los ayuntamientos y, en consecuencia, los políticos locales, o los de casa su madre, son los culpables de todo lo malo que pasa en un pueblo. De lo bueno no. 

El caso es que el reloj estaba estropeado, y lo repararon al día siguiente de que hice una breve mención a ello en una de mis columnas, sólo por concluirla de forma metafórica (“Desidia”, 2 de abril). Total que, cuando ya metemos la pata alguna que otra vez, no es bueno que nos confundamos por noticias o infundios ajenos, y lo hemos dicho en más de una ocasión: “Ni somos infalibles, ni el ayuntamiento tiene todas las culpas”.

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