viernes, 20 de mayo de 2011

APUNTARSE A LA ABSTENCIÓN



Siempre pensé que no votar te priva del derecho a la protesta, a la reivindicación o a cagarte en todo lo que se menea. Salvo que seas menor de edad, claro está. Digo esto porque, a pocos días de las municipales y autonómicas, es habitual escuchar en charlas de calle y de café aquello de “estoy hasta los mismos de todos ellos”, “son todos iguales”, “lo mismo da verdes, rojos que azules, cada uno va a lo de él, a la mordida, y el que venga detrás que arrée”, y cosas por el estilo. Puede que no les falte razón a quienes piensan así, sin embargo estamos convencidos de que algo queda de limpio y puro en la política, de que aún quedan personas que deciden meterse en esto para servir a la sociedad y no a sí mismos y su progenie. Cuando estamos más que acostumbrados a ver que una gran mayoría de estos “rollerplayings”, que llamaba el otro día, se metan en el tinglado para hacer de lo público un modo de vida y observamos que aquellos que están verdaderamente preparados para ello se niegan en redondo a entrar en el juego para que no les metan en el mismo saco que a los simples y a los aprovechados con carnet de…, cuando vemos que estas consideraciones se agudizan más y toman más arraigo en la conciencia social, es bueno pensar en que quedan reductos sanos, tal como René Goscinny imaginó de aquella aldea gala de Asterix, rebelde a los romanos e inasequible al desaliento.

La tarea del ciudadano de infantería es la de escudriñar dentro de la casi infinita oferta que ponen ante nosotros en cada cita electoral, y en ese examen intentar descubrir dónde está la sinceridad, dónde las buenas intenciones, dónde la capacidad de gestión y dónde la ausencia de intereses espúrios. Posiblemente eso no vayamos a desentrañarlo en campaña electoral porque al fin y al cabo, si lo analizan y a poco que sigan las crónicas, todos dicen y prometen lo mismo: creación de empleo, avances sociales, desarrollo económico y la biblia en verso y, por el contrario, también todos intentan desacreditar a sus rivales afirmando que acabarán con todo lo bueno que se ha conseguido hasta la fecha y que, sin duda, ellos mejorarán: las listas de espera en la sanidad, la gratuidad sanitaria y educativa, las pensiones y la música en Pravia. O algo parecido. ¿O no? Al menos lo intentaremos.

Pensarán ustedes que deliramos al pensar que quedan personas honradas en esto de la cosa pública. Y acertarán. O no. De todas formas acordarán con nosotros que vale la pena intentarlo porque de nuestro acierto depende la suerte de los próximos cuatro años. Apuntarse a la abstención es tanto como pensar que no podemos hacer nada para que nuestro futuro sea mejor, tanto como dejar en manos de aquellos a quienes tildamos de deshonestos, o sospechosos habituales, las llaves de nuestra casa y el futuro de los nuestros. Si así lo hacemos después no valdrán los llantos, no podremos denunciar que nos han robado. Aunque nos equivoquemos valdrá la pena acudir a las urnas. Tomen la decisión, aún quedan unos días para ello. Aunque es previsible un alto porcentaje de abstención, olvídense de las encuestas, vayan a votar y que gane la democracia.

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