jueves, 13 de agosto de 2015

GRACIAS POR FELICITARME

En mi noveno cumpleaños



Reflexionar mucho y hablar poco.
Es el secreto para aprender mucho (Probervio chino)

Ayer, era casi medianoche, saqué a mi amigo Marce a pasear por el Parque Dorado de Sama. Lo hacemos todos los días, aunque no a esas horas. Yo, que soy un perro, disfruto con esos momentos, aunque esté frío. Y lo estaba. Pero, como siempre salimos sobre las ocho de la tarde, esto para él era un premio especial. Y yo, atento y cordial, le acompañé. No, en vano, es quien mejor me comprende y con quien mas comparto mis asuntos . Somos excelentes amigos (creo que él ya lo ha comentado en estas páginas), pero, como en toda amistad, ambos tenemos nuestras pequeñas disputas y nunca nos lo reprochamos. Él se para a hablar con los suyos, sean machos o hembras, y yo, aunque no haya nadie de los míos de compañía, espero pacientemente a que termine (y hay veces que tarda en terminar). A cambio él permite que me pare a jugar con mis amigos y a cortejar a mis amigas. Y comprende mi sexto sentido esperando siempre a que satisfaga mis veleidades olfativas, porque soy un auténtico perfumista, y mi amigo lo sabe. Por ese intercambio permanente de mutuas tolerancias nos queremos, somos colegas, y no podríamos vivir uno sin el otro. Pero a lo que iba desde el principio: Paseábamos juntos por el parque, cuando veo, de lejos, que dos individuos amigos discuten airadamente, mientras tres de nosotros se observan y, asustados, permanecen en silencio. Alarmado, sujeto a mi dueño no sea que vaya a meter mas lío. La pequeña batalla se termina y la heterogénea reunión se disuelve. Seguimos camino y, al poco rato, nos encontramos con uno de los presuntos rivales. Dos pequeños colegas que van sujetando a su amigo, muy parecido al mío, que comienza a contarle lo que ha pasado: ha amenazado al otro con denunciarle porque aquél había hecho ademán de dar una patada en el culo a su compañero y, además, ha dicho que mal ejemplo le estaba dando a su hijo, que le acompañaba. Marce y yo escuchamos el relato con cierto escepticismo. Acto seguido nos despedimos y, no pasan dos minutos cuando, nos encontramos con la parte contraria: un colega algo mayor que yo acompañado de sus amigos, un padre y un hijo. Como había pasado con los anteriores, los amigos se ponen a hablar mientras yo juego con este colega que me parece mas simpático que los otros, y hablan durante un rato. Aquel amigo dice al mío que, el otro, había amenazado con denunciarle por llevar suelto a mi colega y, él y yo, al igual que había pasado con los anteriores, nos miramos y decimos: ¿De dónde han sacado esta historia?. ¿Qué es lo que les pasa a nuestros amigos?. Nosotros no tenemos estos problemas. Nos olemos, jugamos si procede y nos vamos tan contentos. ¡Ya nos conocemos, hasta la próxima!. Nosotros somos el pretexto para que ellos se hablen y se conozcan un poco. Nos marchamos, y hasta llegar a casa, he pensado hacer esta columna, y escribirla yo en esta ocasión. Por eso no hago puntos y aparte. Luego, ya nervioso por lo sucedido, mi amigo me hace las abluciones de todos los días: mis patas, mi hocico y partes. - ¿Por qué todos me tienen que tocar los “huevos”, sin permiso ni anestesia?. Al mío se lo permito pero, estos amigos de mi amigo son una nota. Y algunos de mis colegas, que les llevan sujetos con la correa, deberían de leerme y pensar que, de vez en cuando, hay que soltarles, aunque les multen.

Marce me dice que ésta es la última vez que me deja hablar porque yo sí que soy una nota. Me dice que soy un liante.

Pues haz tú las columnas. Yo te las seguiré dictando.

Duke de Llangreu

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