sábado, 1 de diciembre de 2012

¡QUE OS APROVECHE!


Era un 12 de julio de 2008 cuando en nuestra columna número 50 decíamos que “El jamón no está”. Pues bien, hoy, más de cuatro años y de cuatrocientas columnas después, afirmamos lo contrario. Ya saben ustedes que de sabios es rectificar, según nuestro rico refranero. Verán. El sábado pasado, a mediodía, entro en un bar habitual con la lúdica intención de tomar un vino, y me encuentro con una estampa inusitada, increíble, inimaginable en estos tiempos. Dispuestas sobre la barra y las mesas había no menos de dos docenas de bandejas de jamón gran reserva, salchichón ibérico y morcilla serrana. De igual forma repartidas, cuarenta o cincuenta copas que esperaban ser llenadas por una docena de botellas de rioja colocadas estratégicamente. Había unos quince parroquianos que degustaban con avidez el pantagruélico lunch. “Joder, ¿qué pasa aquí?, ¿tocói la primitva al jefe?”, exclamo asustado, porque el chef de esos del puñu cerráu que pa ponete una tapa de aceitunes tienes que tomar una botella de Vega Sicilia, por lo menos. Todos me miran, engullendo y con una sonrisa socarrona, y me mosqueo. “Pica algo y toma un vino”, dice uno de ellos con la boca llena, “tás invitáu”. “Ye que sorteose la cesta y estamos probándola…”, dice otro. “Pica, pica”. Y, al tiempo que me sirvo un vino, me intereso por la identidad del generoso anfitrión agraciado. “Tocote a ti”, contesta el barman, burlón. Se me sale por la nariz el trago que acabo de tomar, ante el cachondeo del personal. Voy a mirar el cartel donde figuran los números elegidos por los jugadores y, remarcado, veo el mío, el “90”, con mi nombre: “Marce: LNE” y quedo de paté de lentejas. ¡Qué cabronazos!. “A ver, ahora, decime quién fue el graciosu de la idea”, y todos miran hacia otro lado esquivando la pregunta. “Joder, Marce, ¡vaya como te pones!, pa encima que te invitamos…”, dice otro. “Esta bien, ¡que os aproveche!”, contesto resignado y aceptando la broma. Qué más remedio tenía. 

Hasta aquí el guión de la película tal y como alguno de ellos hubiera deseado que fuera. Pero los hechos fueron muy distintos. Conociendo sobradamente el talante y el talento de mis contertulios y, por añadidura, con quién me jugaba el cocido, me había llevado la cesta enterita a primera hora de la mañana. El jamón sí estaba, y muy rico por cierto. Cuando lo termine les llevaré el “tucu” pa que hagan un caldín. Ya que calentaron la cabeza, que calienten también el cuerpo. “Gunsumadre”. 

Imágenes de Google

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