Masacres y cretinos.
Resulta más fácil que en los Estados Cabreados de América te
den un arma automática de matar, solo con presentar tu cartilla de la seguridad
social, que en España te sirvan una caja de paracetamol para el dolor de cabeza
sin receta. Ahí tenemos los resultados de la última masacre en una pequeña
iglesia de Sutherland Springs, Texas, donde fueron asesinadas veintisiete
personas que sólo iban a cumplir con su compromiso religioso. Ancianos, niños,
embarazadas, todos los que se cruzaron en la línea de fuego de un loco. Sin
olvidarnos de la reciente sangría en las Vegas, Nevada, durante un concierto en
el que la gente no iba más que a divertirse. Indiscriminadamente, se trata de
matar a todos los que se pueda. Y, cuando los hechos se produjeron, el baranda
de ese país llega a Japón en visita oficial y, ya que está cerca, de
provocación a los norcoreanos, para afirmar que estos sucesos tienen lugar a
causa de los locos que andan sueltos por ahí. Como él.
Desde tiempo inmemorial campa a sus anchas la llamada
Asociación Nacional del Rifle de la que fue presidente y miembro destacado
Charlton Heston, también conocido como “El Culebras”, uno de los grandes y más
poderosos grupos de presión del país, con decenas de miles de asociados y que
reivindica la libre tenencia de todo tipo de armas a todo tipo de ciudadanos.
Locos, menos locos y mediopensionistas. Y aún criticada su pujanza en el seno
de la sociedad americana se hace poco menos que imposible su erradicación o,
cuanto menos, atemperar la adquisición de armas mediante exigencias más rígidas
y, con ello, evitar muchos de los frecuentes sucesos de este tipo que tienen
lugar al otro lado del mar. Se habla de más de 200.000 muertos en los últimos
años en atentados multitudinarios como los descritos, tantos como socios tienen
los de Moisés. A muerto por socio. De manera que Duke le diría a Trump que deje
de decir chorradas que, aunque sobren locos -algo inevitable- , lo que sobran
son armas, su venta y la industria que las fabrica. Eso sí es evitable, sólo
hace falta voluntad política.
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