Decisiones políticas.
En un manual de marketing avanzado para columnistas de
infantería he aprendido que no es oro todo lo que reluce, que las cosas no son
como te las cuentan, ni siquiera como tú las ves porque absolutamente todos
tenemos un color por tibio y tenue que éste sea y, de una u otra forma, por muy
objetivos que intentemos ser cuando contemos u opinemos sobre algo siempre
dejamos en ello nuestra modesta impronta. Lo importante, lo que tiene más visos
de credibilidad es lo que se nos dice en blanco y negro, incluso en sepia. Es
como más puro y limpio, aunque no dejen de ser unos colores más, como los
otros. El hecho real, la verdad es sólo una, limpia, inmaculada y objetiva. Sin
mucha adjetivación que acabe por distorsionar lo cierto e incuestionable.
De esta forma estoy seguro de que hace un año la imagen de la
Virgen del Carbayu fue desalojada de las dependencias del consistorio. También
tengo la certeza de que a muchos ciudadanos no les gustó en absoluto su
traslado, de que lo llevaron a los tribunales y de que hace unos días se
conmemoró la fecha mediante un oficio religioso en su santuario. Hasta aquí
convendrán conmigo que el relato es objetivo. Sin embargo cuando se aducen o se
buscan las explicaciones de por qué todo ello es cuando entran en juego los
colores y las adjetivaciones a que me refería en un principio. Las de una parte
y las de otra. La laicidad de una corporación que quiere llevar sus ideas hasta
el último extremo sin que sepamos si en el fondo subyacen otros intereses y,
por otro lado, la costumbre inveterada de todo un pueblo que tiene reconocida
devoción por la imagen sin que, de igual forma, tengamos conciencia de la
religiosidad de todos esos ciudadanos. Pero volvamos a lo cierto. En Langreo
mandan quienes mandan, y deciden democráticamente sobre los asuntos de su
competencia. En poco tiempo habrá nuevas elecciones y, a lo mejor, una
corporación de otro signo que estará en disposición de retornar la imagen a su
sitial. Eso es lo real.
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