martes, 4 de abril de 2017

BUSCANDO UNA CARICIA



Lo que hay que contar.



Hoy decidí escribir mi columna sentado en un banco del parque. Nunca lo había hecho, de manera que cogí mi portátil y, aunque la temperatura no daba mucho ánimo para ello, acompañado de mi musa me fui hacia nuestro lugar predilecto, el banco de pensar. Llevaba la clara intención de escribir sobre lo que iba a observar desde ese rincón. Cualquier cosa que me resultara curiosa o llamativa. Llevaba media hora allí sentado con el ordenador sobre mis piernas, sin escribir una sola palabra y Duke a mi lado mirándome sin pestañear, como preguntando qué es lo que ocurre que estamos parados, cuando me dí cuenta de mi fracaso, de que todo lo que veía lo había contado en estas páginas en alguna ocasión. Y, de pronto, supe que había algo que no había relatado aquí. Que un domingo a una hora tan propicia para el paseo y solaz, para los juegos infantiles y las mamás de tertulia, mis ojos sólo pudieron percibir la tristeza de Sama. Un parque casi vacío, sin niños, sin madres… Un parque donde pasean ancianos en grupos de dos o tres, o solos. Donde alguno no puede ni siquiera pasear y se sienta en un banco cualquiera acompañado tan solo de su bastón y sus recuerdos. O donde una mujer empuja una silla de ruedas con un señor que mira al frente con la vista perdida a lo lejos.
En ocasiones tengo veleidades un tanto raras, y en ésta se me ocurrió contar sillas de ruedas, bastones y muletas, balones y bicicletas. Tres, veintiocho y diez, uno y ninguna, respectivamente. Y cuando, apesadumbrado, me olvidé de mi decisión inicial y opté por volver a casa y tratar sobre algo distinto, se nos acercó un señor desconocido que, dirigiéndose a Duke, preguntó: “¿Qué toca hoy, Duke? Mi amigo le miró con la cabeza entornada y tiesas sus orejas, y se acercó a él buscando una caricia que el hombre le dio cariñoso. Yo le contesté que estábamos en ello, nos dimos los buenos días y se alejó. Visto lo cual iniciamos un largo paseo, como en otros tiempos hacíamos con mi añorado Dimas Quirós, y una vez en casa me puse a contarlo tal cual.


No hay comentarios:

Publicar un comentario