Los problemas de los canes
Con
esto de las cacas de los perros repartidas por las aceras de la
población hay para todos los gustos. Desde quienes piensan que todos
los amos hacen lo mismo, esto es dejarlas en el lugar de la
deposición, pasando por quienes les da lo mismo porque,
evidentemente, son aquellos que no tienen el civismo de recogerlas,
hasta quienes saben que son solo unos pocos los que están en este
último grupo, el de los guarros que no llevan la correspondiente
bolsita de plástico, o si la llevan ye pa pañar castañes. Como en
todos los aconteceres de este mundo hay gente pa tó. Pero es que
también la hay entre aquellos que no tienen mascota. Los hay a
quienes le gustan los perros, a quienes sólo le gusta alguna raza
determinada y también los hay que los odian de forma furibunda, sean
de la raza que sean. De igual modo hay gente a quien molesta que
ladren. Supongo que no querrán que hablen o rujan, maúllen o
barrunten, o que sean mudos. Desde el inicio de los tiempos todos los
perros emitieron ladridos, como desde siempre han tenido necesidades
fisiológicas. A no ser, claro está, que el can sea tan educado que
sólo defeque en la taza del inodoro, se limpie el solito y tire de
la cadena, y ladre cuando se le de la palabra, como si estuviera en
el Congreso de los Diputados.
Estas
tontas evidencias vienen a cuento de que hay gente que aprovecha los
paseos con su mascota para hacer la compra y, a tal efecto, dejan al
animal fuera del super o de la tienda sujeto a una verja o cualquier
objeto hábil para ello. Yo también lo hago con Duke en alguna
ocasión. Pero mi platerín me espera callado y tranquilo hasta que
salga, tarde lo que tarde. Sin embargo otros no paran de ladrar
desesperadamente hasta que su dueño o dueña salgan de comprar y/o
dar al palique con el primero o primera que se encuentran. Y a veces
con el segundo. En estos casos no tengo la menor duda de que el
animal se siente solo o abandonado. Es normal que se queje, y en
ocasiones es una auténtica molestia para quienes están cerca de él.
Pues el caso es que, a raíz de uno de estos episodios, escuché como
alguien decía que los perros no deberían de estar en la ciudad sino
en el monte, o libres en una finca. “Y si quieren pasearlos por las
aceras que paguen viñeta”, concluyó. Lo que, desde aquí,
traslado a nuestros munícipes por si consideran oportuno recoger la
sugerencia de este ciudadano. Por mi parte postulo una viñeta para
aquellos que hablan demasiado, gritan y vociferan. Y si alguien se da
por aludido peor para él.
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