Lo nuevo en belleza
Dicen
que el ajedrez lo inventaron los chinos hace miles de años, cuando
nosotros no teníamos ni el parchís. Los chinos tienen una cultura
milenaria y, como antiguamente no emigraban ni tenían barrios y
tiendas por todo el mundo, se dedicaban a idear cosas, como la
pólvora o el arroz. Ahora que ya tienen medio mundo colonizado, y
están trabajando en colonizar el otro medio, se dedican a copiar lo
que otros hacen. Allá ellos. Sin embargo, para esto de la belleza y
el aseo personal, los franceses siempre fueron los mejores. Fíjate
si lo son que inventaron el bidé, esi parato sanitariu, pa limpiar
los bajos fondos, que tol mundo tién en casa y que muchos tienen de adornu,
que deben pensar que ye pa poner les fabes a remojo. Les fabes
pónense a remojo en una pota, que lo sepáis. O, si me apures, en
una sopera o en una fuente y no precisamente en la del Güevu. Los
franceses son muy delicáos pa eses coses, no olvidemos que
inventaron también los perfumes y les colonies pa goler bien, pero
eso sí, después de usar el bidé. Los galos hicieron Lulú (c’est
moi) pa elles y Jacques pa ellos, esi al que buscaba una moza en
moto, que no sé tovía por qué bajaba la cremallera de la chupa y
enseñaba el poder de sus razones. Claro, debía ser pa que Santi
apareciese rápidamente. Con eses razones y to debió tardar en
encontralu porque estuvo unos cuantos años con la misma historia.
Pero
el mejor invento de los nuestros vecinos fue la depilación, que como
su propiu nombre indica consiste en “quitar los pelos” que
sobren. O arrancalos. Depilase ye lo que más se lleva ahora. La
prueba ye que vas caminando por cualquier calle y ves por to los laos
salones de belleza. En los bajos y en los pisos, a diestro y
siniestro, unisex y bisex, pa ellos y elles y pa la madre que los
parió. Ta petáo de Salons de Coiffure, que-i llamen los franceses
que son los que tienen la patente d’esto. Y ye que antes eso de
depilase era solo cosa de les muyeres, porque quedaba feo que una
dama tuviese pelos en el alerón o, como decía Gila, te diese un
besu y te cepillase el traje porque tenía un bigote como el míu.
Taba mal visto. Pero ahora, además de elles, son ellos los que van a
estos salones y depílense enteros, oye. Hasta la planta los pies.
¡Qué cosa! Antes a les mandakaris gustábenyos los paisanos de
pelo’n pechu, los ositos, pero ahora no. Ahora, si quiés ligar,
tienes que pasar primero por la coiffure esa y salir de ella con la
piel suave, como’l culín d’un recién nacíu, y volver cada
semana porque, si no, pinches y ya no te quién na. Les moces de hoy
son muy exigentes, bobu. Pero mira tú por donde, haylos que se
depilen hasta el cráneo. Véseyos hasta la idea más recóndita. Y
sin embargo, algunos d’esos anden con media barba, como dejáos por
la Filomatic. Yo no lo entiendo, la verdá. Tanta depilación y tantu
cuentu y resulta que parez que no tienen perres pa cuchilles.
Gastaríenles en la coiffure.
El
reconocimientu de estos limpios, olorosos y depilados valores se lo
dio S.M. el Rey al Presi Sarcozy, imponiéndo-i el carneru de oro, el
Toisón, pa ser educáu. Pero iba sin esquilar. ¿Llevaría esa
imposición un mensaje subliminal?: “Seguiréis jodiéndonos, pero
no arranquéis más los pelos”. Una cosa ye…, lo que ye. La otra
ye distinta.
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