Una de triperos

En
este país somos muy dados a los excesos como éste, pero es que,
además, presumimos de ello. Un amigu míu (y de muchos de ustedes)
me contaba no hace mucho tiempo una aventura acaecida hace años en
compañía de otros, también muy conocidos. Después de una
caminata, recalaron en un pueblo donde preguntaron dónde podían
comer algo. El interpelado les indicó que allí sólo podía darles
de comer una señora que tenía una pequeña tienda de esas que
venden de todo, lo mismo azúcar que aceite o madreñes. En fin, que
allí fueron. La señora les dijo que sólo podía ofrecerles
patatas, güevos y chorizos. “Pues póngalo abundante”, le
dijeron. Así lo hizo la mujer varias veces, asombrada del “saque”
de aquella gente. Porque, según contó mi amigo -que come como
Obelix, más o menos- uno de ellos se comió doce chorizos, seis
güevos fritos y un balagar de patates frites. Como pa un regimiento.
Y el narrador concluyó su historia, real como la misma vida,
afirmando asustado que él mismo sólo se había zampado la mitad que
el otro, es decir seis chorizos y algo menos de lo otro. “Nunca ví
a nadie comer tanto”, dijo. Para morirse, como lo del finado
murciano.
A
Duke le recuerda esto aquella peli, “La Leyenda del Indomable”,
en la que Polniuman apostaba a que se comía sesenta huevos cocidos,
o algo así. Y ganó la apuesta, pero terminó con el buche como el
de una embarazada de quintillizos. Malito, malito…
No hay comentarios:
Publicar un comentario