La tormenta del siglo
Eran las cinco y media de larde del pasado sábado, el primero
de agosto, cuando el cielo se llenó de tinieblas. Ahora que empiezan a menguar
los días, talmente parecía las diez de la noche, el ocaso. Ya próximas las seis
comenzó a llover. ¿Digo a llover? Que va, los santos, los ángeles, los
arcángeles y to los coros celestiales empezaron a tirar calderáos d’agua desde
arriba. Y mira tú que en el cielo ta plagáo d’esa gente. Pues tóos a tirar agua
como descosíos. Y cuando terminaben tiraben también los calderos, así que a los
diez minutos del empiece, cayeron unos granizos de la virgen. Parecíen
garbanzos de Astorga, o de Badalona con tó y paquete. Y el agua y el granizu
empezó a discurrir por les calles del Valle del Nalón como si el río hubiera
querido salir a dar un paseo por la ciudá a curiosear. ¡Gunsumadre!, y vaya si
curioseó. Metiose por to los láos, tiendes, portales, cocheres, terraces y
hasta por los pisos altos, oye. Hayles que tan sacando agua tovía de les
habitaciones, por dejar les ventanes abiertes y salir a tomar café. Los vecinos
asustáos viendo como el agua subía de nivel por minutos y cubría coches, motos
y triciclos. Con todos los negocios cerrados, salvo los bares, la gente fue
avisando a sus propietarios: “Que te ta entrando el agua en la mercería,
Maripuri. Van estropiase les medies y los calcetos”. Y t’ol mundo -Maripuri
también- con catiusques, calderos y fregones, escobes y hasta pales de dientes,
a echar el agua fuera casa. Pero ná, la naturaleza ye muy terca y a medida que
el agua entraba en les alcantarilles por un láo, salía por otru acompañá de
hojes, barro y to les mierdes que tan allí acumuláes y que no se ven, pero que
tan, y además en algún sitiu güélense. Y armose la de dios. Los coches con el
agua hasta el volante, les tiendes hasta el mostrador, y los paisanos y les
muyeres hasta los gemelos, que élles también los tienen, mientras que por allí
no pasaba nadie de eso que llamen los servicios operativos del ayuntamientu. Ni
barreores, ni bomberos, ni concejales, ni el lucero del alba. La ciudá quedó
enfangá y llena mierda por to los rincones. Y a Duke mancháronse-i les pates, y
amí los zapatos de tafilete. Eso sí, muchísimos vecinos y comerciantes que no
habían sido afectados se vieron por allí prestando ayuda a los desesperados
perjudicados. Todos echando la culpa a algo. La falta de limpieza, los
servicios municipales, etc. Pero, los de aquí somos solidarios cuando toca.
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