Las dolencias de la gente
He de
reconocer que esto que están ustedes a punto de leer es una
auténtica gochada, así que quien sea escrupuloso que pase de página
o que lea a Luis Alonso que ye más asépticu que Duke. Ye muy
asqueroso, pero de todo hay en la viña del señor. Verán. El otru
día encontreme en la calle con un amigu que traía mala cara, como
si estuviera estreñíu. Coño, Fulanu, ¿qué te pasa, tas malu?, le
pregunté preocupado. Quita, quita, no sabes lo mal que lo estoy
pasando. Operáronme de hemorroides, me contesta. Bueno hombre, pero
pa eso no haz falta hospitalizate ni ná, media hora con el culo al
aire y pa casa. Joder, tío, ni te hubieran abierto en canal. Eso
pasa rápido, dentro tres días ya ni te acuerdes, le digo intentando
quitar polvo al asunto y acabar con el tema. Craso error el mío.
“Diz que media hora…, una hora me tuvieron allí con les piernes
abiertes, arrodilláu y con el trasero al aire, manipula que te
manipula y sin anestesia. No les operaron, estranguláronles, macho.
Ye una nueva técnica, como si afogaran la almorrana con una cuerda
delgaína que luego cae sola y…”. No le faltó más que bajarse
los pantalones y enseñarme el campo de batalla. Siguió con su
relato y en este punto dejé de escucharle buscando el modo de
escapar de allí, cosa que conseguí después de media hora de épica
hemorroidal.
Iba
con intenciones de tomar una de sidra y una tapa de calamares pero
con el aperitivo con que me había obsequiado el pollo desistí y
decidí dar un paseo. Segundo error. Después de saludar a algunos
conocidos, al poco tropiezo en una esquina con una señora, ya de
avanzada edad, conocida de mis padres que me para, me dice que me lee
siempre y tal, y luego lo de ella. Olía a paté de porquería, valga
el pareado, sea dicho de paso. Pues nada, que desde que murió el so
hombre está muy mal y sal muy poco de casa, que los sos fíos son
unos desgraciaos y no van a vela -supongo que no pararán al lao de
ella- y que, pa encima, haz cinco días que-í salió un granu en el
sobaco (levanta el brazo y remanga la manga mostrando el alerón)…,
en cuyo momento, como azotado por un tifón, aparto la cara, cojo el
móvil y llamo al 112. Una señorita muy amable que me pregunta cuál
es la emergencia. Mire (suspiro), no puedo respirar y se me lloran
los ojos, debe de ser un escape de gas cerca de aquí. Como lo
Fukushima. Si mandan a alguien que venga con mascarilla. Y escapé
corriendo a casa. Ni sidra, ni paseo.
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