Las consecuencias de un accidente doméstico
Hoy a
mediudía rompí un platu. Fue un accidente domésticu d’esos que
ocurren a diario. Gunsumadre, la que se armó con la mandakari. Yes
un manazas, non atiendes a lo que tas faciendo, mejor fregabes
camiones o la carretera…, y lindeces por el estilo. “Cariño,
resbalome”, dije yo, mientras Duke, que la veía venir, taba
acojonáu en una esquina. ¿Resbalote?, a esti pasu vas terminar con
el ajuar de la familia, diz ella. Haz dos meses que rompiste el
últimu vasu sidra. Pero bueno, cariño, estes coses tienen que
renovase. No está bien que tengamos siempre la misma vajilla. Además
era un platu de IKEA y yo no quiero ná con los suecos, ¿vale? Ya
empezaba yo a calentame p’ol putu platu. Pues compres otru juegu
igual, arréglateles como quieras, y esta vez que sea en verde que
toy yo muy convencía de lo que dicen esos. ¿Quién diz eso, vida?
Los Verdes, joder. Que no te enteres. Vale, en verde. ¿Cómo lu
quiés, pistachu, botella o prau? Menuda hice: tirome el resto la
vajilla a la cabeza. O intentolo. Volaben los platos por la cocina, y
yo como si fuera Pedro Carrasco (d.e.p.) esquivando les acometides
agresores del utensilio esi mientras decía tóu nerviosu, “Churri,
eso ye pa echar los filetes. Menos mal que no rompí un cuchillu”.
Aquello fue el acabose. Montó en cólera, cogió la escoba, la
fregona y el calderu y… yo pensé que llegaben los cuatro jinetes
del Apocalipsis. Púsose a limpiar la cocina con una mala leche de la
virgen. Nunca quedó tan limpia, de verdá. Desde esi momento, rompo
un platu cada semana. Aunque tenga que ir al sitiu esi que si no
sigues les fleches del suelu acabes en Pola del Tordillo. A comprar
vajilles de to los colores.
Y ye
que les muyeres -les nuestres- son muy eso, muy así… No hay dios
que les entienda. Un día suben y otru día bajen. Deben ser tóes
gallegues, como Julio Iglesias. Por eso se despepiten con Güendoline.
Y a nosotros -a Duke y a mí- que nos gusta más Nat King Cole, o
como se diga, que estamos más out, eso jódemos mucho. Claro, al
final, el problema no ye culinariu, ye musical. Igual que en el
Festival de Eurovisión. Los que peor cocinen son los que ganen
siempre. Y a nosotros que nos gustaba la Raquel del Rosario, igual
que-í gustó a Fernando Alonso, en su día, -aunque, la verdá, ye
que no lo hizo muy bien que digamos-, a nosotros quédanos la
impresión de que tó esto de los Festivales y la madre que los parió
ye cosa de platos, vajilles y colores. ¡Hayquejodese!
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